Caminaba con prisa por las oscuras calles de la ciudad. Era mi primera semana trabajando en el bar y no me lograba acostumbrar al horario, cerrábamos muy tarde, a altas horas de la madrugada. Pensé que al menos nos darían un transporte decente debido a la hora, pero simplemente nos soltaban a nuestra suerte.
El silencio era devastador y me hacía consciente de lo rápido que se movía mi corazón dentro de mi pecho. Ojalá pudiera pagar un taxi, pero usé hasta el último centavo que tenía (lo cual era prácticamente nada después de todo lo que nos confiscaron) para pagar el alquiler del pequeño departamento.
Escuché un sonido metálico y aceleré el paso, sosteniendo con más fuerza mi bolso. No traía mucho, solo mi celular.
Creí ver una sombra detrás de mí. Miré sobre mi hombro sin dejar de caminar, temiendo lo peor.
No había nadie.
Mis pies se detuvieron, mis hombros se relajaron y solté un gran suspiro, seguido de una sonrisa genuina.
«Me estaba volviendo paranoica»
Negué con la cabeza, con un poco más de tranquilidad.
Al volver a mirar al frente, la sonrisa se borró de mi rostro. Un hombre estaba frente a mí, el cual me superaba por dos cabezas. Vestía de traje y olía a tabaco y alcohol.
Parpadeé dos veces, reconociendo a la persona.
—¿Travis Cood?
Sí, era él. Lo había visto varias veces en el club campestre. Tenía una cadena de tiendas de golosinas.
«Que alivio, era de mi círculo social»
—Te reconocí desde que te vi en el bar, Charlotte —Sus dedos alcanzaron mi cabello rubio, jugueteando con el—. Eres fácil de distinguir.
Tragué saliva.
Esta persona asistía a los mismos eventos que yo, pero nada más. Jamás entablamos una conversación y mucho menos me ha tocado ni un mechón de cabello. Siempre había sido respetuoso.
Pero ese respeto parece haberse evaporado en el momento que mi padre terminó en la cárcel hace una semana.
No me gustaban sus ojos, revisaban maldad y perversión.
—Yo… ya es muy tarde, debo ir a mi departamento —Mis pies comenzaron a retroceder por si solos, como si sintieran el peligro.
Unas manos me sujetaron desde atrás y chillé.
Alguien me tenía agarrada de los brazos. Podía sentir el pecho de ese hombre contra mi espalda. Traté de luchar, pero se negaba a soltarme.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La amante secreta de mi exesposo