Me quité la bata de hospital y volví a colocarme mi vestido. Entré al consultorio, donde ya me estaban esperando Frederick y el doctor Bennett. Ya me habían hecho todos los exámenes habidos y por haber, era hora del veredicto del doctor.
Me senté al lado de mi exesposo y esperamos que el doctor leyera algunas hojas.
—Señor y señora Lancaster —dijo el doctor. Arrugué la frente ante el apellido que usó, pero no hice ningún comentario. No quería interrumpirlo en un momento tan crucial—. La gastritis ha sido controlada con éxito, mañana a primera le realizaremos la biopsia.
Exhalé, sintiendo como la presión acumulaba en mis pulmones iba desapareciendo.
—Aquí les dejo los requisitos que necesita seguir antes de realizarle la biopsia con agua fija —Extendió su mano, ofreciéndole una lista a Frederick—. Entre ellas el ayuno, los alimentos y medicamentos que no debe ingerir, entre otras cosas.
Tomé la lista antes de que Frederick siquiera estirara la mano.
Se supone que la paciente soy yo, no él.
Una vez que terminamos la consulta, nos dirigimos a recepción.
Estaba concentrada en la lista cuando su mano grande se cerró en mi cintura. El repentino toque me causó escalofrío.
—Necesito hablar un minuto con el doctor, espera aquí —Me susurró en el oído.
La piel se me erizó y me vi en la obligación de ocultar la parte inferior de mi rostro con la hoja que tenía en las manos.
—¿De qué?
Enarcó una ceja.
—Es confidencial, no se trata sobre ti. Simplemente siéntate y espérame —ordenó antes de caminar en dirección contraria.
Quise arrojarle una compresa de laparotomía en la nuca, pero lastimosamente, no tenía una a la mano.
Me senté en una de las sillas mientras leía la enorme lista de cosas que no podía hacer.
—Bueno, al menos si tenía permitido respirar —murmuré.
—¿Charlotte? —Una voz que no era la de Frederick pronunció mi nombre.
Las señales de alerta inundaron mi cabeza. Que me reconocieran en zonas publicas dejó de ser buena señal hace mucho tiempo.
Me había esforzado en ocultar mi identidad. Llevaba una gorra y unas gafas oscuras que Frederick no fue capaz de quitarme.
Tomé la punta de la gorra, escondiendo mi rostro un poco más.
—¡Charlotte Darclen, sé que eres tú! —Unas botas oscuras entraron en mi campo de visión.
Subí la mirada lentamente, encontrándome con un hombre de ojos marrones y barba abundante.
—¿David? —pregunté, quitándome las gafas. Me levanté para verlo mejor.
No podía creer que fuera él, llevaba dos años sin saber de su existencia. Se veía tan cambiado, su piel estaba más bronceada y esa cantidad de vello en su mentón no estaba antes.
Sin previo aviso, me abrazó.
—Sabía que eras tú, podría reconocerte en cualquier lado —Me apretó con fuerza contra él.

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