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La amante secreta de mi exesposo romance Capítulo 20

Mis pies se movían por si solos al entrar en el ala de la mansión que me correspondía, Frederick me había despejado el camino para que los empleados no autorizados no me vieran entrar en aquella zona, ni en la mansión en general.

Era un misterioso dentro de esta mansión. Un secreto.

Porque a él no le es conveniente tener oculta a su exesposa en la mansión. Y a mí tampoco me conviene que sepan que soy la amante secreta de mi exesposo.

Aprovechando mi soledad, me eché en la cama y cerré los ojos. Mi cuerpo necesitaba recargarse después de tantos exámenes, tantas emociones, tantos conflictos. Era como si me hubieran exprimido como un limón.

Me dormí con los maullidos de Cenizas de fondo.

***

Al despertar, sentía el cuerpo ligero. La habitación estaba oscura, aunque yo no recordaba haber apagado la luz.

Me levanté, apretando el interruptor de la luz. Fui al baño y me cepillé los dientes. El estómago me rugía por el hambre. Y si yo tenía hambre, significaba que Cenizas también.

Fui a la cocina por una lata de atún y se lo serví en su envase. Fruncí el ceño al ver su agua intacta, como si no hubiera tomado en todo el día.

—¡Cenizas! —Le llamé una y otra vez, pero no aparecía.

Fui a la habitación, busqué bajo la cama, en el baño. No estaba por ningún lado.

Entonces fue cuando lo vi, en su camita; un pedazo de papel. Era una nota.

La tomé y leí, una y otra vez, sin creerlo.

‘A las diez de la noche estaré ahí, compórtate hasta que yo llegue o mandaré a tu bola de pelos a un refugio”.

—¡Este hombre había enloquecido! —Fui a la mesita de noche, en busca de mi celular, pero no estaba. Lo busqué en todos lados, pero no lo encontré—. También se llevó mi celular, para que no lo llamara…

Parpadeé, dándome cuenta de la situación. No era para que yo no lo llamara, se lo llevó porque David me dio su número.

Esto era un plan malévolo de mi exesposo.

Estuve de mal humor toda la testada noche, ni siquiera comí, aunque eso es bueno, porque mañana me harán la biopsia y debo tener más de doce horas sin ingerir alimento.

El reloj marcó las diez y escuché la puerta de entrada abrirse. Fui al ataque, encontrándome al monstruo que me robó a mi gato, cerrando la puerta detrás de él.

Estaba vestido de traje, como de costumbre, y sus manos… estaban vacías.

—¿Y Cenizas?

Me miró de arriba abajo, con una expresión de molestia que no entendía.

Acababa de secuestrar a mi gato, la única molesta debería ser yo.

—¿No vas a dejarme pasar? —Enarcó una ceja, sin mostrar interés.

—No, dame a mi gato —Me crucé de brazos, bloqueando el pasillo.

Era una negación vacía, ya que él fácilmente puede apartarme.

—Te has portado mal, Charlotte —dijo, acercándose con pasos lentos—. Tengo que castigarte.

—¿Y por eso secuestraste a mi gato? —fruncí el ceño, sin entender exactamente cuál fue el mal que hice.

—No tengo solo a tu gato, también tu celular —Su mirada era letal—. Por eso te pondré a decidir. Solo puedes recuperar uno, el otro me lo quedaré yo por tiempo indefinido.

Abrí la boca, impactada.

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