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La amante secreta de mi exesposo romance Capítulo 27

••Narra Frederick••

Habían pasado veintiséis horas desde que había dejado sola a Charlotte, lidiando con su dolor y su testarudez. Veintiséis horas observándola tropezar por el ala asignada de la mansión, dejando los platos sucios en el comedor, soltando alaridos al alimentar a su bola de pelos, llorando mientras comía ella misma. Sin contar lo mucho que le costaba descansar y doblarse. La biopsia le estaba pasando factura. La veía retorcerse en la cama, palpando su vendaje. Estaba dormida, pero no se veía nada cómoda.

Cerré la laptop con fuerza, apagando el monitor de seguridad. Ya había visto suficiente. No me apetecía más ver a aquella terca mujer. Así mismo, también apagué la aplicación que me dejaba escuchar su pulso constante.

La última imagen en la pantalla la mostraba encogida en la cama, temblando de frío.

Prefería sufrir antes que llamarme. Había un teléfono en la pared que estaba conectado a mi celular. Solo tenía que levantarlo y me marcaría automáticamente. Eso era lo único que necesitaba para ir hacía ella, ni siquiera tenía que decir nada.

Su terquedad iba a terminar acabando con ella.

Tomé el kit de emergencia que me había dejado el doctor. Con la mujer que tenía a mi lado, era obvio que terminaría necesitándolo.

Salí de la oficina que había integrado en la mansión, dando un portazo.

Una de las sirvientas estaba caminando por el pasillo. Se detuvo al verme.

—Señor Lancaster, ¿se le ofrece algo?

—No, estoy bien, gracias —dije, pasando a su lado—. Ya es tarde, puedes ir a descansar.

Llegué al final del pasillo, abriendo la puerta del ala restringida como lo hacía la mayoría de las noches.

Recorrí el pasillo con pasos que pretendían ser calmados. Una de mis muchas mentiras. La puerta de su habitación estaba entreabierta. El aire olía a sudor y alcohol medicinal.

Allí, en la cama, enrollada con la sábana, estaba Charlotte. El cabello se le pegaba a la frente y su escultural cuerpo sufría temblores involuntarios.

Dejé el kit en la mesita de noche junto s la cama. Examiné el contenido; guantes, gasas, antiséptico, analgésicos, algodón y un termómetro. Saqué el termómetro y se lo pasé por la frente. 38.9°C.

Sentí algo arder en mi pecho.

—Estúpida —murmuré, demasiado bajo para despertarla.

Me senté en la cama, al lado de su cuerpo. Se veía cansada, demacrada, y aún así, seguía siendo hermosa. Sus labios carnosos en forma de corazón se llevaban toda mi atención.

Suspiré, apartando los mechones de cabello que estaban esparcidos en su pequeño rostro. Su hermoso cabello rubio que ella se afincaba en odiar mientras que a mí me fascinaba.

Mi mano se sentía caliente al bajar hasta los bordes de su blusa de dormir. Lo levanté hasta dejar el descubierto su vendaje, nada más.

Lo hice por mi propio bien, porque era muy difícil contenerme al estar a su lado y ya estaba harto de hacerme el fuerte cuando lo único que quería es oficializar nuestro contrato, marcar su cuerpo, llenarla de mi semilla y obligarla a tener mi aroma encima todos los malditos días.

Noté que el vendaje estaba torcido, mal colocado. Por la forma en que se lo había puesto, le dolería al retirarlo. Lo hice de un solo tirón, ya que me pareció mejor opción que hacerla sufrir lentamente.

Charlotte gimió, retorciéndose en la cama. Sabía que la había lastimado y me sentía horrible por eso, pero era necesario.

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