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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 185

Como un músico que rompe su instrumento al perder a su único oyente.

Un alma gemela es difícil de encontrar.

La propuesta de Israel de conocerse no fue un impulso, sino una decisión meditada.

En la vida de una persona, las oportunidades de encontrar a alguien en la misma sintonía no son muchas.

Y Phyllis era la única persona que había despertado la curiosidad y el asombro de Israel.

Pero a través de la barrera de internet, no sabía por qué medios había logrado resolver su problema.

Solo viéndose en persona.

Jugando una partida cara a cara, podría ver con claridad el verdadero nivel de Phyllis y saber si realmente estaba en su misma sintonía.

Después de enviar ese mensaje, Israel se sintió un poco nervioso.

Sí.

Nervioso.

Hoy en día hay tantos estafadores en internet.

No solo estaba nervioso, sino también un poco preocupado.

«¿Y si Phyllis piensa que soy un estafador?».

***

Del otro lado.

Úrsula también se sorprendió mucho al recibir la invitación de S para conocerse.

Porque, un segundo antes de que S enviara la invitación, Úrsula estaba a punto de enviarle una a él.

Internet es un mundo de apariencias, de verdades y mentiras. A través de una pantalla, Úrsula no podía estar segura de quién era la otra persona.

Jugar una partida cara a cara era la única forma de descubrir la verdad.

Si la otra persona era realmente tan buena y estaba en su misma sintonía, entonces habría ganado un alma gemela.

Así que, casi sin dudarlo, Úrsula colocó las manos en el teclado y rápidamente escribió una línea para enviarla: [De acuerdo, estoy en San Albero. ¿Tú dónde estás?]

¿San Albero?

Al ver la respuesta de Phyllis, Israel se quedó perplejo por un momento. Una expresión de sorpresa cruzó sus profundos ojos rasgados. [¡Qué coincidencia, yo también estoy en San Albero!]

¡Úrsula también se sorprendió!

Ambos estaban en San Albero.

Ella respondió: [Entonces, ¿qué te parece este sábado a las dos de la tarde en Toque de Cafeína, en Avenida Castilla 223?]

Israel tecleó: [Me parece bien. Entonces, que sea un pacto de caballeros. Sábado a las dos de la tarde, sin falta].

[Sin falta].

Israel se quedó sentado frente a la computadora, viendo cómo el avatar de Phyllis pasaba de estar iluminado a oscuro. Sus ojos profundos se llenaron de una oscuridad turbulenta.

«¿También en San Albero?».

«¿Cómo es que nunca lo supe?».

«¡Este pequeño San Albero está lleno de talento oculto!».

«¿Quién será Phyllis?».

«¡La reunión del sábado se vuelve cada vez más interesante!».

***

Toc, toc, toc…

Justo cuando Israel cerraba la sesión de *Leyendas del Alba* con el ratón, alguien llamó a la puerta.

—¿Quién?

—Señor Ayala, soy yo.

Era la voz de Víctor.

—Pasa —dijo Israel, cerrando la laptop.

Una sola palabra, pero llena de una autoridad que helaba la sangre.

Así que se desplazó directamente a la respuesta más popular.

[En realidad, depende de la situación. Si esa persona es muy especial para ti, entonces debes darle tus felicitaciones justo a las 00:00 del día de su cumpleaños].

¿A las 00:00?

Israel entrecerró sus ojos rasgados y miró el calendario.

Faltaban dos días para el 8.

«Entonces, se lo llevaré en la madrugada del día 8».

Una vez decidido esto, Israel cerró la computadora, salió del estudio y se preparó para ir a su habitación a asearse y descansar.

Después de bañarse, vestido con un pijama de seda negro, comenzó a buscar a Blanqui.

Israel tenía la piel muy blanca y, gracias al ejercicio constante, el pijama de seda negro le daba un aire de lánguida pereza, diferente a su habitual frialdad y autocontrol. Era aún más atractivo, del tipo que haría gritar a la gente por la calle.

Dio varias vueltas por la casa, pero no encontró a Blanqui.

«Qué raro».

«¿A dónde se habrá metido Blanqui otra vez?».

Israel frunció ligeramente el ceño y bajó en el elevador al piso de abajo.

Montserrat estaba en el sofá de la sala, pintándose las uñas.

Israel habló con calma.

—Mamá, ¿has visto a Blanqui?

—¿Blanqui? —Montserrat negó con la cabeza—. No, no sé.

Luego, levantó la vista hacia Israel. Al ver que su hijo todavía estaba en pijama, preguntó con incredulidad:

—¿Para qué buscas a Blanqui a estas horas? No me digas que quieres dormir con él.

Aunque a Israel siempre le había gustado mucho Blanqui, debido a su manía por la limpieza, nunca había dormido con él.

***

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