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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 220

Además…

Dominika podía notar perfectamente que Israel era especialmente atento con Úrsula.

Y lo curioso era que a Úrsula no le molestaba en lo absoluto esa atención.

Úrsula se acomodó en el asiento trasero.

Israel abrió la puerta del conductor, se abrochó el cinturón y, mirando por el retrovisor hacia atrás, preguntó:

—¿A dónde van ustedes dos?

Dominika estaba entretenida con su celular, sin levantar la mirada.

El aire acondicionado llenaba el carro de una agradable frescura. Úrsula se quitó los guantes y respondió:

—Vamos al centro de migración a sacar el pase fronterizo.

—Perfecto —asintió Israel, apenas moviendo la cabeza—. ¿Van a Río Merinda a pasear?

—Así es —contestó Úrsula con una pequeña sonrisa.

Desde su posición, Israel podía ver el reflejo del rostro de Úrsula en el retrovisor. Tenía una belleza tan serena y delicada que parecía sacada de una pintura.

Bastó esa mirada fugaz para que el corazón de Israel se descontrolara, latiendo con fuerza.

Si no le fallaba la memoria, ya habían pasado quince días desde la última vez que la vio.

Israel abrió la boca y dejó escapar unas palabras:

—¿Van las dos solas? ¿Tú y Domi?

—Sí, así es —Úrsula asintió ligeramente.

Sin saber por qué, Israel sintió que una tensión invisible se desvanecía. Sonrió y dijo:

—Río Merinda es un lugar increíble, deberían quedarse más días. Pero, chicas, tengan cuidado. No hablen mucho con extraños, y si pueden, mantengan siempre sus cosas a la vista.

Aunque vivían en un país con leyes, siempre había gente mala en cualquier parte.

—Está bien —respondió Úrsula.

Israel añadió, con tono sincero:

—Por cierto, tengo algunos conocidos allá. Si les surge algún problema o necesitan ayuda, no duden en llamarme.

—Gracias —Úrsula volvió a asentir.

El centro de migración no quedaba lejos.

En apenas unos minutos llegaron.

Úrsula abrió la puerta y bajó del carro.

—Israel, gracias por traernos.

—No hay de qué, fue solo pisar el acelerador —respondió Israel, con naturalidad—. Vayan, que aquí no se puede estacionar mucho tiempo. Yo me voy.

—Maneja con cuidado —le dijo Úrsula.

—Domi, deja de imaginar cosas. Escuché por ahí que Israel no cree en el matrimonio. Somos solo amigos.

Por eso, Úrsula jamás había pensado en él como algo más que un compañero de juegos y pláticas.

—¿No cree en el matrimonio? —Dominika se quedó boquiabierta.

—Así es —afirmó Úrsula, sin darle demasiada importancia.

Dominika se llevó una mano a la frente, como pensando en todo lo que acababa de escuchar.

Pero, ¿por qué sentía que la mirada de Israel hacia Úrsula era mucho más profunda que la de un simple amigo?

...

Mientras tanto…

Después de dejar a Úrsula y Dominika en el centro de migración, Israel condujo directo hasta el centro de capacitación culinaria.

Desde aquella vez que presumió frente a Úrsula que él también cocinaba, Israel había decidido dedicar una hora y media a la semana a tomar clases ahí.

Para evitar encontrarse conocidos, eligió un centro de capacitación ubicado a cincuenta kilómetros de la villa de la familia Ayala.

Ya llevaba más de dos meses acudiendo a clases ahí.

Solo le faltaban dos meses más para terminar el curso.

Apenas estacionó el carro, una voz sorprendida sonó cerca de él.

—¿Tío? ¿Eres tú?

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