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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 343

Con esa frase, los ojos de Santiago reflejaban una determinación inquebrantable.

Sí.

Jamás se arrepintió de haberse divorciado de Úrsula por Camila.

Lo único que lamentaba era no haber exprimido hasta la última gota de provecho de Úrsula antes de separarse. Si la hubiera hecho trabajar un poco más, si la hubiera obligado a preparar más proyectos, y si Galaxia hubiera salido a bolsa antes de dejarla, derrotando completamente a AlphaPlay Studios... entonces nada de esto habría ocurrido.

En aquel tiempo, Úrsula lo amaba hasta perder la cabeza. Cualquier cosa que él le pidiera, ella la habría aceptado sin dudar.

Cuanto más lo pensaba, más se arrepentía Santiago.

Todo fue por no haberlo planeado mejor.

Pero ahora...

¿De qué servía arrepentirse?

Para Santiago, Camila siempre sería su amor más puro y bondadoso.

Por eso mismo, estaba convencido de que, sin importar si eran pobres o ricos, Camila jamás lo dejaría. Nunca dudó del amor de ella.

¿Volver a empezar desde cero?

Al escuchar a Santiago, Rafael no pudo evitar reírse.

—Santi, lo ves todo demasiado fácil, y a Cami la tienes idealizada. ¿De verdad crees que una mujer que se te acercó a pesar de saber que eras casado es alguien de fiar?

—Mira, cuando Cami se fue de repente a estudiar al extranjero, no fue para superarse, fue para huir de ti. Nunca estuvo enamorada de ti, sino del “fenómeno” de las finanzas, ese que todo el mundo miraba con admiración.

—Mejor acepta la realidad. Te equivocaste desde el principio, la regaste al no saber valorar a Úrsula y peor aún, confundiste el oro con cuentas de vidrio.

A veces, los que están metidos en el problema no ven nada claro.

Pero los de afuera, lo ven todo perfecto.

Para Rafael, Camila nunca había amado a Santiago de verdad.

Aunque él mismo también se había confundido un tiempo. Igual que Santiago, pensó que entre él y Camila había amor verdadero, y que Úrsula solo era una tonta detrás de un imposible.

Hasta ahora.

Ahora lo entendía.

Solo el amor de Úrsula por Santiago era genuino.

Nunca pensó que la noticia que recibiría sería la de su ruina total.

Esa última frase encendió la rabia de Santiago como gasolina sobre fuego. Gritó sin poder contenerse:

—¡Ya fue suficiente! ¡Cállate! Yo confío en Cami, confío en lo nuestro, sé que ella nunca me va a traicionar.

Sin decir más, abrió la puerta del carro y bajó de un salto.

Rafael lo miró alejarse, la espalda tensa, y suspiró.

—Santi, no vas a entender hasta que te des de lleno contra la pared...

Santiago no respondió, ni volteó. Caminó derecho hacia la puerta de la casa.

El trámite judicial ya había terminado.

La mansión de la familia Ríos tenía ahora dos sellos rojos pegados en la entrada, imposibles de ignorar.

Yolanda y Cecilia arrastraban tres enormes maletas, saliendo a la calle.

El rostro de Yolanda estaba empapado de lágrimas. Jamás imaginó que llegaría el día en que tendría que irse de su propia casa, sin un lugar donde quedarse. A cada paso, volteaba la mirada hacia atrás, con el corazón hecho pedazos...

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