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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 5

El hombre se llamaba Israel Ayala.

Era el noveno en la familia Ayala, conocido por todos como el señor Ayala.

El señor Jesús Ayala y Montserrat lo tuvieron de manera inesperada cuando ya tenían cuarenta y cinco años, así que, al ser el hijo menor, creció rodeado de mimos y atenciones. Además, Israel era famoso por su carácter implacable; desde los dieciocho años ya había empezado a destacar en el mundo de los negocios. Ahora, con apenas treinta años, ya se encontraba en la cima de los magnates del país, sin duda alguna era el jefe indiscutible. Sumado a eso, había sido oficial de las fuerzas de paz, y no era ningún secreto que, en el pasado, había enfrentado a criminales y hasta había manchado sus manos de sangre. Por eso, siempre se sentía una especie de aura intimidante a su alrededor, y muy pocos se atrevían a sostenerle la mirada.

¡Úrsula fue la primera en hacerlo!

—¡Tío!

Esteban Arrieta llegó corriendo por detrás, justo a tiempo para escuchar la opinión de Úrsula sobre Israel.

Se quedó completamente pasmado.

Israel Ayala, siempre tan altivo, era el mejor en todo lo que hacía. A lo largo de los años, estaba acostumbrado a recibir halagos y adulaciones de todo el mundo.

Incluso Esteban, que trabajaba a su lado, tenía que soportar a diario una interminable lluvia de elogios hacia Israel.

Pero esta era la primera vez que escuchaba a alguien decir que su tío solo estaba “bien, nada del otro mundo”.

Sentía una curiosidad tremenda por saber quién era esa persona, pero la noche estaba muy oscura y, además, Úrsula llevaba una gorra que cubría buena parte de su cara, así que no podía distinguirla bien.

—Piu, piu—

—Piu, piu—

De repente, la tranquilidad se rompió con el sonido insistente de las sirenas.

Un grupo de policías bajó de sus carros y, tras asegurarse de que los pandilleros estaban bien esposados y con la cara llena de moretones, los subieron a las patrullas.

Como testigos presenciales, Úrsula, Israel y Esteban también tuvieron que acompañar a los policías a la estación para rendir su declaración.

Úrsula se sentó en la parte trasera de la patrulla junto a la chica de cabello corto que había defendido.

La joven seguía visiblemente afectada; al subir al carro, se aferró aún más fuerte a Úrsula, como si temiera que si la soltaba, todo volvería a desmoronarse. Ni siquiera la presencia de una mujer policía lograba tranquilizarla. Para ella, Úrsula ya era su mayor refugio.

En unos diez minutos llegaron a la estación de policía más cercana.

Fue allí donde Úrsula descubrió que la chica se llamaba Dominika Galván, tenía solo dieciocho años y estaba por comenzar su último año de prepa. Esa noche había salido a despejarse con su mejor amiga después de una fuerte pelea con sus padres, pero en cuanto apareció el peligro, su amiga salió corriendo y ni siquiera tuvo la decencia de llamar a la policía.

Úrsula frunció un poco el ceño.

—Oye, ¿y con ese tipo de amigas te juntas?

Dominika contestó con voz ronca.

—Ni yo me lo esperaba... nunca creí que me dejaría así...

—De todo se aprende —dijo Úrsula, dándole una palmada en el hombro—. La próxima vez, mantente lejos de personas así, o terminarás cargando con su mala suerte.

Capítulo 5 1

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