Al mismo tiempo, la policía inmovilizó a Luna. Unas esposas frías se cerraron en sus muñecas.
—Luna, ¿verdad? Queda detenida como sospechosa en dos casos de intento de homicidio. Por favor, acompáñenos.
Dos oficiales la arrastraron hacia la salida. Al pasar, se volvió hacia Alejandra, que estaba paralizada en el suelo.
—¡Ale, hija, perdóname! —gritó, con la voz quebrada.
Alejandra levantó la vista y, con una furia repentina, le respondió:
—¡Casi matas a mi abuela y a mi tío! ¡Tú no eres mi madre! ¡No eres mi madre!
Luego, se arrastró temblando hasta Marcela.
—¡Abuela, por favor! Lo que hizo mi mamá fue cosa suya, ¡yo no tuve nada que ver! ¡Soy inocente, abuela! ¡A ella puede abandonarla, pero a mí no!
Alejandra entendía perfectamente su situación. Si al menos Luna tuviera un lazo de sangre con ellos, aún quedaría algo. Pero ahora, sin ninguna conexión familiar, todo lo que tenía se lo debía a los Solano. Tenía pánico. Pánico de que le arrebataran todo. Su reputación en Villa Regia ya estaba destrozada. Si además perdía el respaldo de la familia, se quedaría sin nada.
No. ¡No podía permitirlo!
Cuanto más lo pensaba, más desesperada se sentía, aferrándose a la pierna de Marcela. Nunca había imaginado que llegaría a esto.
Marcela la miró con un desprecio absoluto.
—De tal palo, tal astilla. Por muy mala que sea Luna, es tu madre, y tú la niegas sin dudarlo. Has vivido como la nieta de esta familia durante muchos años. Deberías estar satisfecha. Ahora mismo, publicaré un anuncio para anular mi relación con Luna y recuperaré todo lo que les he dado a ambas.
Al oír esto, el rostro de Alejandra se quedó sin color.
¡Qué crueldad! ¡La vieja era despiadada! Al fin y al cabo, la había llamado «abuela» durante más de veinte años. Aunque no compartieran sangre, los años de convivencia habían creado un vínculo. ¿O no? Pero la vieja no mostraba ni una pizca de compasión.
—¡Llévensela de aquí! —ordenó Marcela a los guardaespaldas. Luego, se dirigió al mayordomo, con el rostro cargado de cansancio—. Oliver, encárgate del resto. A partir de ahora, lo que sea de esta alimaña, ya no es asunto de la familia Solano.

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