—Yo creo que casarse es demasiado complicado —dijo Úrsula, mirando a Bianca—. Si se dan las circunstancias adecuadas, podría tener un novio con quien comparta intereses. Bianca, tú cásate si quieres, ten novio si te apetece. No dejes que yo te influya.
Al fin y al cabo, a Úrsula le parecía que tener novio no estaba tan mal.
—¡Úrsula, no sabes lo que me acaba de pasar! —exclamó Bianca—. No es que tú me hayas influido, ¡es que Pedro me ha traumatizado!
Antes, Bianca todavía tenía esperanzas en los hombres. Hasta que se encontró con el Pedro de hoy. ¡Nunca había imaginado que alguien pudiera ser tan descarado! Ahora, los hombres le daban miedo. Total, ya tenía un hijo. ¿Para qué necesitaba un hombre? ¡A partir de ahora, sería una madre soltera y feliz!
—¿Qué te ha pasado? —preguntó Úrsula con curiosidad.
Bianca, tomándola del brazo, le contó lo que había ocurrido.
—¿Pedro fue a buscarte? ¿Y con Alejandra? —dijo Úrsula, incrédula.
Pedro, al final, no había hecho caso a las advertencias de Marcela. Y lo que era peor, se había llevado a Alejandra para enfrentarse a Bianca.
—¡Sí! —exclamó Bianca, exasperada—. ¡Qué ciega he estado! ¿¡Cómo me pudo gustar alguien así!? ¡Es una mancha en mi historial!
—Tranquila, yo también estuve enamorada de un patán —dijo Úrsula, sin ocultar su pasado. Aunque no fuera ella la que lo vivió.
Bianca sabía que Úrsula estaba divorciada, pero nunca le había contado por qué. Al oírla mencionarlo, preguntó:
—Úrsula, ¿tu exmarido también era un patán?
—Sí.
—¿Peor que Pedro?
—Sí, peor que él —respondió Úrsula sin dudar.
Bianca sentía curiosidad por el pasado de Úrsula.
—Úrsula, ¿puedes contarme qué pasó?


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