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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 667

Héctor y Simón Gómez habían regresado del extranjero al enterarse de que Álvaro había despertado, aunque ambos apenas habían llegado la noche anterior. Mientras caminaban, el mayordomo no paraba de hablar, y Álvaro escuchaba con atención.

Pronto llegaron al salón principal. Allí estaban Gael, Isaías, Ramiro, Héctor, Simón y Eloísa. Solo faltaban las esposas de algunos de ellos. El primero, segundo y tercer hermano de la familia Gómez siempre se habían quedado en Río Merinda, mientras que los demás habían hecho sus vidas en el extranjero.

No se sabía de qué hablaban, pero el rostro de Eloísa era serio y sus hijos mantenían la cabeza gacha. Era evidente que los estaba regañando.

—Señora, señores, miren quién ha llegado.

Al oír al mayordomo, todos se giraron.

—¡Úrsula!

La expresión severa de Eloísa se transformó en una sonrisa radiante al ver a su nieta. Se levantó y caminó hacia ella.

—¡Úrsula, mi niña, viniste!

Al verla, los hermanos Gómez suspiraron aliviados. Su salvadora había llegado.

—Abuela —dijo Úrsula, abrazándola.

Observando la escena, Álvaro sonrió. Era como revivir el momento en que él, después de mucho tiempo, se reencontraba con su suegra. Si tan solo Valentina estuviera aquí. Un nudo se le formó en la garganta.

—Suegra.

Eloísa, que solo tenía ojos para Úrsula, se percató de la presencia de Álvaro. Lo tomó de la mano, emocionada.

—Álvaro, ¡estás bien! ¿De verdad estás bien?

Aunque ya lo sabía, verlo de pie después de veinte años postrado en una cama la conmovió profundamente.

—Sí, suegra, estoy completamente recuperado. —Álvaro intentó arrodillarse—. Lamento haberle causado tantas preocupaciones.

—¡Hijo, qué haces! ¡Levántate! —dijo Eloísa, ayudándolo a incorporarse.

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