Un mes atrás, el príncipe Eliott había caído gravemente enfermo. Para evitar el pánico, la familia real no había hecho ningún anuncio público.
Durante ese mes, innumerables médicos lo habían examinado, pero todos llegaban a la misma conclusión: solo la Doctora W podía curarlo.
Mélanie Boulanger había movido cielo, mar y tierra para contactarla.
Ya había pasado la hora acordada, pero la doctora aún no llegaba, y eso tenía a Mélanie al borde de la desesperación.
El príncipe Eliott era el único heredero al trono. ¡Si algo le sucedía, las consecuencias serían catastróficas!
Por eso, la Doctora W era la única esperanza de Eliott.
Mathis miró a Mélanie Boulanger.
—Reina, por favor, no se angustie. Acabo de intentar contactar a mi jefa, pero aún no responde.
Mélanie se apretó las sienes.
—¿Y cuánto más tendremos que esperar?
Mathis hizo una reverencia.
—Reina, mi jefa siempre ha sido una persona de palabra. Si aceptó la consulta, no faltará a su promesa. Supongo que algo debió haberla retrasado.
***
Mientras tanto, la abuela Barragán llegó en carro a la comisaría.
Bastien la esperaba en la entrada para recibirla.
—Abuela Barragán, bienvenida.
La abuela sonrió.
—Señor Gaudin, escuché que encerró a Amelia en el cuarto oscuro.
—Se negó a confesar, no me dejó otra opción.
La abuela Barragán asintió.
—Hizo un excelente trabajo. Por cierto, me gustaría ver a Amelia, ¿sería posible que lo arreglara?
—Por supuesto —dijo Bastien, quien no se negaría a la petición—. Por aquí, por favor.
Bastien la llevó a una sala de visitas.

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