Ya que el doctor Delgado estaba hospitalizado, lo más urgente para Santiago era averiguar en qué hospital se encontraba y luego ir personalmente a visitarlo. Solo de esa manera el doctor Delgado podría notar la sinceridad del Grupo Ríos.
La secretaria negó con la cabeza, el gesto en su cara llenó de resignación.
—Doctor Delgado se ha encargado de que todo sea un secreto bien guardado. Por ahora, no hemos podido descubrir en qué hospital está.
Santiago entrecerró los ojos, pensativo.
—Así está bien.
Si ni él mismo podía averiguar en qué hospital estaba el doctor Delgado, mucho menos podría hacerlo Úrsula.
...
Fabián era de esos que cumplían siempre su palabra. Al salir del trabajo esa tarde, se llevó a sus compañeros a cenar al restaurante Fu Ding y le mandó un mensaje a Úrsula.
En una ocasión como esa, era impensable que Úrsula faltara. Al final de cuentas, ella era la protagonista de ese día.
Después de despedirse de Javier, Úrsula fue directo al restaurante.
Fabián le pasó el menú.
—Manita, tu abuelo no conoce bien estos platillos, así que elige tú. Pide lo que quieras, hoy estoy de buenas y no hay que preocuparse por el dinero.
Úrsula asintió.
—Claro, abuelo.
En total eran quince personas. Úrsula pidió ocho entradas frías, dieciocho platillos calientes, una sopa, dos platos principales y, además, encargó cuatro botellas de vino de más de mil pesos cada una.
Los compañeros de Fabián eran trabajadores de verdad, de esos que tienen buen diente, así que no se preocuparon porque sobrara comida.
Durante la cena, Luis se sentó junto a Fabián y sacó un fajo de billetes. Mirando a Úrsula con una gran sonrisa, soltó:
—Úrsula, sí que me sorprendiste. Pero bueno, Luis siempre cumple lo que promete. Aquí tienes diez mil pesos, acéptalos.
Los demás, intrigados, no tardaron en preguntar a qué se debía todo eso.
Luis entonces les contó sobre la apuesta que había hecho con Úrsula. En su momento, él solo lo había dicho por decir, pero ese día sí que entregaba el dinero con gusto.
Úrsula, sonriendo, le devolvió el fajo.
—Luis, agradezco mucho tu sinceridad, pero no puedo aceptar el dinero.
Fabián intervino, asintiendo con la cabeza.
—Solo fue una broma, ¿cómo vamos a aceptar tu dinero de verdad?
Luis tampoco era alguien que ganara fácil su dinero.
—¿Broma? Yo hice la apuesta en serio con Úrsula. Este dinero, ella se lo ganó por mérito propio.
Con el ceño fruncido, empujó los billetes hacia ella.
—Úrsula, si no aceptas el dinero, no me consideras un hombre de palabra. ¡Eso sí que sería una falta de respeto!


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