Mario salió de sus pensamientos y le regaló a Vanesa una sonrisa llena de ternura.
—Dime, ¿qué quieres saber?
—¿Sabe usted para qué salió del país Jaime esta vez? ¿No cree que corra algún peligro…?
Aunque Jaime le había prometido que volvería sano y salvo, la inquietud le revolvía el pecho a Vanesa. Esa sensación no se iba, sobre todo desde aquella última llamada telefónica. Desde entonces, Jaime no se había vuelto a comunicar con ella ni una sola vez.
Mario negó con la cabeza.
—No estoy seguro de los detalles, la verdad.
Al verla tan preocupada, Mario se rio bajito, con un dejo de picardía.
—Veo que te importa mucho tu prometido, Vane.
Vanesa sintió que le ardían las orejas y se apresuró a explicarse.
—Papá… Jaime me ha ayudado mucho aquí en Maralinda. No importa lo que pase, no quiero que le ocurra nada malo.
Había salido de una relación desastrosa hacía poco, así que no podía decir que ya estuviera lista para lanzarse de nuevo al amor. Pero eso no significaba que no le preocupara el bienestar de Jaime.
—Sí, es un buen muchacho. Si no fuera así, no lo habría elegido como tu futuro esposo. No te preocupes, estoy seguro de que estará bien.
Dicho esto, Mario no agregó nada más. Sabía que su hija ya era una adulta y que un par de bromas bastaban.
...
Ya en su habitación, Vanesa recibió un correo electrónico.
[Rosa en el extranjero: todo ha sido aclarado.]

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