En los días siguientes, Vanesa estuvo a tope con el proyecto. Casi no pisaba la oficina, cosa que le venía como anillo al dedo: así evitaba tener que ver la cara de Raimundo a cada rato.
El proyecto ya estaba a punto de terminarse y, conforme se acercaba el cierre, Vanesa sentía cómo se le quitaba un peso de encima.
Ya faltaba poco para dejar ese lugar para siempre.
A pesar de todo el ajetreo, no se olvidó de preparar el regalo de cumpleaños para su mejor amiga.
Habían crecido juntas desde niñas, pero en los últimos años su amiga había estado estudiando en el extranjero. Apenas unos días antes había regresado a Puerto San Sebastián.
Ya habían quedado en verse para ponerse al día en cuanto Vanesa regresara a la ciudad.
El día del cumpleaños de su amiga, justo cuando Vanesa estaba comiendo en un restaurante, recibió su llamada.
—¡Aaah! —apenas contestó, escuchó el grito de Cynthia Ramos al otro lado de la línea—. ¡Vane! ¿Cómo supiste que llevaba meses queriendo esta cámara? ¡Te adoro!
—Baja la voz, casi me dejas sorda —respondió Vanesa, alejando el celular de la oreja. Esperó a que Cynthia se calmara un poco antes de volver a acercarlo—. Vi que le habías dado like al anuncio de esa marca en las redes sociales.
—Ay, mi vida, sabía que nadie me conoce como tú —soltó Cynthia, emocionada—. ¡No sabes lo que sufrí cada vez que veía tus posts y pensaba que ese Ávalos te tenía acaparada! ¡Hasta me daban celos!
Vanesa guardó silencio unos segundos antes de responder:
—Ya terminé con Raimundo.
—¿En serio? ¿De verdad? —la alegría se notaba en la voz de Cynthia—. ¡Ya era hora! Yo siempre dije que ese tipo no era para ti...
Antes de irse a estudiar fuera, Cynthia había compartido una comida con Vanesa y Raimundo.

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