Cuando Begoña salió del hospital, los medios tenían completamente sitiada la entrada.
Mariano y Catalina la protegían en el centro, rodeados de guardaespaldas y empleados que abrían paso hasta el carro.
—Dicen que solo tuvo unos rasguños, pero miren nada más, la suegra vino en persona a sacarla del hospital —comentaba una reportera, mientras todos empujaban y tomaban fotos por todos lados.
—No es como cualquier nuera de familia rica, esta es la esposa del señor Mariano. Ese hombre la cuida como si fuera de cristal, ni se atreve a levantarle la voz. Y la señora Catalina también la adora, la trata como si fuera su propia hija.
—Que Rubén haya traicionado a la familia Guzmán ya fue bastante, pero que encima se atreviera a secuestrar a la esposa del señor Mariano… seguro que no le espera un final nada bonito —añadió un periodista, sacudiendo la cabeza.
—Ya los dejaron en la ruina, el viejo hasta se murió de la angustia. Por más que fueron familia política varios años, la esposa del señor Mariano salió ilesa, ¿no será mucho querer acabar con ellos por completo? Los Arias ya solo tienen a ese hijo.
—Además, yo supe que el señor Mariano ya le había sido infiel desde antes, y no solo eso, hasta tiene un hijo fuera del matrimonio. Vaya historial, igual que Rubén. ¿Con qué cara los están aplastando así?
—¡No inventes! Si sigues diciendo esas cosas, Grupo Guzmán te va a poner una demanda por difamación —lo interrumpió otro, molesto.
Aunque todos lo callaron de inmediato, ese reportero estaba seguro de su fuente: la mismísima hija de la familia Velasco, alguien del círculo íntimo de Mariano.
—No me crean si no quieren, pero mañana vayan a la ceremonia religiosa que el señor Mariano va a organizar en honor a su suegra, y lo van a ver con sus propios ojos.
—No digan que no les avisé. Yo sí planeo ir y llevarme la exclusiva, va a ser la noticia del año.
Los demás, contagiados por la seguridad con que lo decía, empezaron a dudar y a mirar sus teléfonos, listos para buscar más información.
Entre la multitud, Joaquín tironeó la manga de su papá.
—Papá, ¿la señora está bien?
El hombre se agachó, levantando a Joaquín en brazos. También había escuchado todos esos rumores y no podía evitar sentir inquietud.
En los últimos días, había logrado enterarse de algunas cosas sobre Begoña gracias a un contacto de la policía.
Ella pensaba dejar todo y volver al grupo donde antes trabajaba.
En su momento, Begoña había abandonado esa vida por Mariano.
¿Será que Mariano sí la traicionó? ¿Por eso ella tomó esa decisión?
Pensó en lo frágil que la había visto de lejos hace un momento, y el pecho se le apretó de impotencia.
Lamentablemente, había recibido una nueva misión.
Muy pronto, su verdadera identidad iba a salir a la luz, así que no podía acercarse a ella de nuevo.
Antes, Agustín nunca habría hecho eso.
Si se caía, él corría a levantarla y hasta le soplaba en la herida para que no le doliera.
—Mi amor, no le conté a Agustín lo del secuestro. No quería asustarlo —Mariano la tomó del brazo con delicadeza, notando su tristeza, y trató de explicarle.
Al escuchar eso, Begoña sintió que el peso sobre sus hombros disminuía un poco.
—Estoy cansada —susurró.
—Te acompaño a descansar arriba. De ahora en adelante, no pienso dejarte sola ni un solo día —le prometió Mariano, acercando la mano para tomar la suya.
En ese instante, Catalina apareció con una tableta que le acababa de entregar una de las empleadas.
—Ya le bajaron la nota a la quiebra de los Arias, ahora todos los titulares hablan de tu salida del hospital, Bego.
Begoña no quiso escuchar más y se fue directo escaleras arriba.
De todos modos, alcanzó a oír a Catalina decir:
—Mañana es la ceremonia religiosa para Noemí. Hay que dejar entrar a los periodistas, que tomen muchas fotos y así la gente termina olvidando el escándalo de los Arias.

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