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La Desaparición de la Esposa Hacker romance Capítulo 43

Begoña arrugó la frente con fuerza, quería oponerse, pero se contuvo al escuchar lo que seguía.

—Solo es tomar unas fotos, así puedes ayudar a tu hermana. Habla con Bego, por favor.

—Ahora afuera todos dicen que tu hermana es una pesadilla, que en el Grupo Guzmán nos pasamos de listos y abusamos de nuestro poder.

Al pensar en la difícil situación de Ofelia, Begoña terminó aguantando.

...

Cuando Begoña subió, Ofelia salió a su encuentro.

—Cuñada, Tamara escuchó a las empleadas platicando y ya se enteró de que arrestaron a su papá. No ha dejado de llorar.

—Voy a verla —dijo Begoña, siguiéndola hasta la habitación de Tamara. Al entrar, la abrazó con ternura, sintiendo cómo su propio corazón se apretaba.

—Tía, ¿te lastimaste? ¿Fue por culpa de mi papá?

—Dicen que mi papá es malo, que te hizo daño. Y que mi tío nos va a correr a mi mamá y a mí.

—Tía, mi papá es bueno, ¿verdad? ¿Me están mintiendo?

El rostro inocente y tembloroso de Tamara miraba a Begoña con una mezcla de miedo y esperanza. Por un momento, Begoña pensó en su propia hija, que de haber vivido, tendría la misma edad que Tamara.

¿Cómo podría permitir que le hicieran daño a esa niña?

—Tamara, tu papá no me lastimó. Lo de la cara fue porque me corté sin querer.

—¿Entonces mi mamá y yo sí podemos quedarnos aquí? —preguntó Tamara, con esa ingenuidad que solo tienen los niños.

—Por supuesto que sí. Esta también es tu casa y la de tu mamá —le contestó Begoña, acariciándole la mejilla.

—Gracias, tía. —Tamara le dio un besito en la cara a Begoña—. Entonces le voy a decir a mi papá que quiero quedarme aquí mucho tiempo, pero… ¿por qué su celular nunca contesta?

Tamara se fue murmurando hacia la sala de juegos, donde Agustín ya la esperaba para ver caricaturas.

Begoña sintió una punzada de dolor en el pecho. Cuando los papás se pelean, quienes más sufren siempre son los hijos. Ella misma era la prueba de eso.

Tomó la mano de Ofelia.

—En unos días quiero que me acompañes a la oficina del abogado.

Recibió el vaso y bebió, luego se dirigió a la sala interna.

Ese año la ceremonia era grande: iban a mover las cenizas de Noemí a una nueva tumba.

La urna de Noemí estaba en la sala privada, esperando que terminara la ceremonia afuera para que Begoña la llevara al panteón y la enterrara en su nueva morada.

Mariano, apurado por ver a Begoña, bebió el agua y fue hacia el interior.

Lo que lo esperaba ahí era Rosario, vestida de luto, con la banda blanca en la cabeza.

Rosario se aferró a él, y en la mirada de Mariano se encendió una sombra oscura…

...

Begoña ayudó a Agustín a acomodar su ropa para el luto y luego regresó a la ceremonia, justo cuando la misa estaba llegando al final. El encargado de la ceremonia le indicó que pasara a buscar la urna.

De repente, los reporteros que solo deberían estar tomando fotos desde lejos se abalanzaron sobre la ceremonia; los flashes se disparaban por todos lados, cegadores.

Begoña levantó la cortina y lo que vio fue un desastre total… y dos personas que se negaban a soltarse, aferrados el uno al otro.

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