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La Doctora que Destruyó su Imperio romance Capítulo 27

Ambos se pusieron a platicar como si fueran viejos amigos, conectando de inmediato.

La mayoría del tiempo hablaron sobre sus años de estudiantes, recordando anécdotas, travesuras y hasta broncas que en su momento parecían el fin del mundo. Ahora, con la distancia que da el tiempo, todo eso parecía parte de una época dorada, y Brenda no pudo evitar sentir una nostalgia profunda, como si de pronto esos recuerdos se hubieran convertido en tesoros.

El ambiente se fue soltando y el alcohol comenzó a hacer lo suyo. Las dos botellas de licor de ciruela que Verónica había traído no tardaron en vaciarse.

De estar sentados en el sofá, sin darse cuenta terminaron acomodados en la alfombra, con las piernas estiradas y las barreras abajo. El saco de Alfredo ya estaba olvidado sobre el respaldo del sofá y los primeros botones de su camisa estaban desabrochados, dejando ver el movimiento de su garganta cada vez que tragaba. Tenía la piel muy clara, casi como de porcelana, algo poco común en los hombres que Brenda había conocido.

Una de sus manos descansaba sobre la rodilla doblada, con la manga de la camisa remangada. Sus dedos, largos y definidos, hacían que Brenda no pudiera evitar mirarlos.

Quizá era el efecto del alcohol, o tal vez la atmósfera, pero Brenda se sorprendió pensando que ese hombre frente a ella se veía increíblemente atractivo, tanto que la hacía perder el control.

Aun así, conservó algo de juicio y agitó la mano para poner distancia.

—Ya vete, en serio. Cuando me pongo borracha me da por hacer locuras. Capaz que te saco un susto.

Brenda recordaba, con dudas, lo que Verónica le había contado: que cuando se emborrachaba terminaba besando a la gente. Lo extraño era que en realidad solo tenía memoria de haberse pasado de copas una vez en la vida. Y justo fue con el hombre que tenía enfrente, así que el recuerdo la ponía todavía más incómoda.

Pero a Alfredo no pareció importarle lo más mínimo. Se reclinó contra el sofá, relajado, con una sonrisa traviesa en el rostro y esos ojos de conquistador que sabían decirlo todo sin palabras.

—¿Qué pasa? ¿Te dieron ganas de besarme otra vez?

En ese momento, Brenda se quedó congelada, como si le hubiera caído un rayo.

Giró la cabeza hacia él, incrédula.

—¿No me digas que todavía te acuerdas de eso?

La sonrisa de Alfredo se ensanchó y, por un instante, Brenda reconoció el mismo brillo travieso que él tenía cuando eran adolescentes.

—Claro que me acuerdo. Es más, hasta me acuerdo del discurso que me soltaste después de besarme. Era tan poético que todavía lo tengo grabado. ¿Quieres que te lo recite?

Alfredo se enderezó y se preparó para hablar, pero Brenda, muerta de la pena, no lo dejó terminar. Después de todo, acababa de divorciarse y lo último que quería era escuchar otra vez las frases vergonzosas que le había dicho a Joel en el pasado.

Antes de que Alfredo pudiera pronunciar palabra, Brenda se lanzó sobre él y le tapó la boca con la mano.

Pero Alfredo no opuso resistencia. Sostuvo con facilidad la mano de Brenda y siguió hablando:

—En marzo, sin importarme la primavera, te encontré. Un aguacero cubrió tu camino de regreso a casa. Yo llevaba paraguas, ¿me dejas refugiarme bajo tu lluvia...?

Brenda, atrapada y sin poder moverse, solo pensaba en dejar de escuchar esas palabras. Sin pensarlo mucho, se inclinó y con sus propios labios silenció a Alfredo.

Los ojos de Alfredo se abrieron de golpe y su cuerpo se tensó. De repente, todo se quedó en silencio.

Brenda también se quedó petrificada. Aunque estaba mareada, era muy consciente de lo que acababa de hacer.

Su primer pensamiento fue: “Verónica tenía razón, cuando me empedo me da por besar a la gente”.

El segundo: “¿Y ahora, cómo le hago para salir de esto?”

Capítulo 27 1

Capítulo 27 2

Capítulo 27 3

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