Entrar Via

La Doctora que Destruyó su Imperio romance Capítulo 32

Alfredo tenía una sonrisa en la mirada, ese gesto pícaro que lo hacía parecer poco serio, aunque en el fondo conservaba la elegancia y el porte de alguien criado en una familia influyente.

—Señora, lo que usted diga. Soy todo oídos.

Brenda no pudo evitar sorprenderse al escuchar que la llamaba “señora”, y aunque era extraño, no le resultaba molesto.

Tomando aire, Brenda habló con firmeza:

—No quiero que hagamos público lo de nuestro matrimonio todavía. Recién me divorcié y necesito tiempo para adaptarme.

Alfredo alzó ligeramente una ceja.

—De acuerdo.

—Segundo, quiero entrar al departamento de investigación y desarrollo de Grupo Feliciano. Aunque sea como becaria, está bien. Pero cuando llegue el momento y yo quiera formar mi propio equipo, la empresa debe respaldarme sin condiciones. El tema del sueldo y los beneficios lo arreglo directo con Recursos Humanos, tú no te metas.

Alfredo asintió.

—Eso me parece justo.

—Tercero... aunque estemos casados y yo acepté que intentemos tener una relación de verdad, mientras ese sentimiento no exista, necesitamos respetarnos. Nada de forzar las cosas.

Alfredo fingió no entender.

—¿Nada de forzar qué?

Brenda sintió las mejillas arderle, pero mantuvo la compostura.

—Nada de obligarme a dormir contigo. Lo de anoche pasó, pero no significa que quiera repetirlo.

Al pensar en lo ocurrido la noche anterior, Brenda no pudo evitar sospechar que todo había sido planeado.

¿Por qué, justo después de que Verónica publicó sus mensajes, Alfredo apareció a comentar? Y no mucho después, Verónica se fue y él surgió de la nada.

Alfredo la miró con seriedad.

—¿Hay un cuarto, un quinto, un sexto punto? Dímelos todos, te los firmo ya mismo.

Brenda lo miró con seriedad.

—Solo falta uno. Si en un año sigo sin poder sentir algo por ti, nos separamos en paz. Nada de dramas, ni de que uno busque al otro.

Alfredo bajó la mirada por un instante y en sus ojos apareció una emoción difícil de descifrar.

Se acercó y tomó la mano de Brenda entre las suyas, inclinando la cabeza.

—Brenda, yo te amo. Pero eso no significa que tengas que corresponderme. El simple hecho de que me des esta oportunidad ya es más de lo que podría pedir. Si después de un año no logras amarme, te prometo que desaparezco de tu vida.

El calor de la mano de Alfredo le transmitió una calidez inesperada, como si la tranquilidad se filtrara de su palma directo al corazón.

Y al escuchar esas palabras, Brenda sintió una emoción indefinible, algo que Joel jamás le había hecho sentir.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Doctora que Destruyó su Imperio