—Señorita Verónica, usted es abogada, debería saber mejor que nadie cuándo callar y cuándo hablar. Brenda y yo fuimos pareja durante muchos años antes de casarnos, llevamos tres años de matrimonio, siempre nos hemos tratado con respeto y nuestro hogar ha sido armonioso. ¿Cuándo la vi como una fuente de dinero, o como alguien de quien aprovecharme? Al contrario, todo lo que ella come, bebe y viste lo he pagado yo.
Verónica estuvo a punto de reírse de lo absurdo que le pareció aquello.
—Brenda es una genio en tecnología y, por tu culpa, se quedó atrapada en lo cotidiano, entre compras y quehaceres. Ni siquiera te has mostrado agradecido, todavía crees que la mantienes. Dime, si no se hubiera casado contigo, ¿de verdad crees que ahora no tendría ni para comer ni para vestirse?
El gesto de Joel se tensó un poco.
—Eso fue porque ella así lo quiso, yo jamás la obligué.
—Tú no la obligaste, fue ella quien no supo elegir bien. Y ya pagó el precio.
Joel se veía molesto, pero seguía con su actitud altanera.
—Señorita Verónica, entiendo que usted es soltera y quizá no comprenda estos asuntos. Entre esposos es normal tener pequeños desacuerdos. Ahora que Brenda se fue de la casa, puede verse como algo pasajero, incluso como una especie de juego entre nosotros. Seguramente está esperando a que yo la busque para que regrese. Si la tratara mal, ¿crees que la habría consentido tanto?
Esta vez, Verónica sí soltó una carcajada.
—¿Ahora resulta que hasta el divorcio es parte de los jueguitos de pareja?
—Abogada Verónica, ¿tanto desea que Brenda y yo nos divorciemos? Dicen que hasta es preferible derrumbar diez iglesias antes que separar un matrimonio. Brenda y yo solo estamos en una etapa de mediación, puedo asegurarlo. No pienso divorciarme de ella. Hoy vine con la intención de reconciliarnos. Usted es su mejor amiga, no le pido que me ayude, pero tampoco le pido que meta cizaña ni que arruine mi relación con Brenda.
En ese momento, el rostro de Verónica cambió ligeramente. ¿Este tipo no sabía que ya estaban divorciados?
Firmar el acuerdo de mediación era igual que tener el acta de divorcio en la mano, pero Joel seguía creyendo que seguían en proceso de reconciliación.
¿Brenda tampoco se lo había dicho?
Cuando Brenda entró a la oficina, Joel estaba sentado en el sillón, con el ceño fruncido, revisando su celular.
La empresa estaba a todo lo que daba, preparando la salida a la bolsa. Pero los problemas no eran pocos: falta de flujo de efectivo, trabas en la supervisión regulatoria, dificultades para conseguir financiamiento bancario.
Sin embargo, lo que más le quitaba el sueño a Joel era que la tecnología principal de Futurismo Transparente dependía de la patente PSDS.
Aquella patente la había creado, hacía tres años, una genio en chips conocida como Shadow.
Tres años atrás, todas las empresas tecnológicas querían esa patente, pero Shadow la había licenciado a Futurismo Transparente prácticamente sin costo.
Eso catapultó a Futurismo Transparente de una pequeña empresa a convertirse en un unicornio.
Shadow era reconocida en el sector como una mente brillante, con decenas de patentes y una habilidad para escribir código que nadie podía igualar. Incluso, se rumoraba que había solucionado una crisis nacional con apenas tres líneas de código.

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