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La Esposa que Quemó su Pasado romance Capítulo 1

—Señora, ya ha visto un montón de estilos, ¿ninguna de estas cadenas le gusta?

—¿Señora?

Nerea Salinas parpadeó, saliendo de su ensimismamiento.

Se quedó callada un momento, luego señaló al azar una cadena de diamantes.

—Esta, por favor. ¿Me la puede envolver?

La vendedora, por fin, dejó escapar el aire que tenía contenido, como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

—Por supuesto, en un momento se la entrego.

En toda la joyería, las empleadas intercambiaban miradas llenas de alegría.

No era para menos: Nerea llevaba ya tres meses visitando esa joyería todos los días, sin fallar ni uno.

Una de ellas murmuró con admiración:

—Srta. Nerea, ¿su esposo la debe amar muchísimo, verdad? Compra joyas como si fueran dulces, ¡qué envidia me da!

Otra asintió con entusiasmo.

—Sí, dicen que donde está el dinero, está el amor. Si su marido no escatima en consentirla, seguro la adora.

—No solo tiene dinero, sino que está completamente loco por usted. Srta. Nerea, de verdad que usted ya ganó en la vida…

Nerea escuchó esos comentarios, y apenas esbozó una media sonrisa.

Sin embargo, su atención estaba fija en una trabajadora de la tienda, apartada del grupo.

Esa joven no se había sumado a los halagos. Solo se dedicaba a guardar en su caja la cadena que Nerea acababa de comprar, tranquila y en silencio.

Sus manos, finas y delicadas, de una piel tan clara como el marfil, atrapaban la vista.

En ese instante, Nerea se sintió como una fisgona.

No podía evitarlo: deseaba mirar de cerca, averiguar qué tenía esa mujer para que su marido, siempre tan sensato y reservado, hubiera perdido la cabeza por ella.

Él había dejado atrás quince años de relación. Había traicionado promesas hechas en los días en que el amor era lo único que importaba. Todo, por esa dependienta que, a simple vista, no tenía nada de especial.

Se llamaba Almudena Lobato. Su rostro no destacaba por una belleza extraordinaria; más bien era discreta, sencilla. Pero sus manos... esas manos sí que eran otra historia: delgadas, con los dedos largos y elegantes. Hasta Nerea, como mujer, reconocía que tenían algo hipnótico. ¿Qué no sentiría un hombre?

Al irse, Nerea lanzó una pregunta:

—¿Me pueden hacer un favor?

Ella era una clienta VIP, así que nadie se atrevía a negarse.

Deslizó el anillo de su dedo anular y lo puso en manos de la empleada.

—Por favor, fundan esto.

La vendedora la miró asombrada.

—¿Es su anillo de matrimonio? Y al parecer tiene algo grabado…

En efecto, había un grabado.

[TF & NS]

Capítulo 1 1

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