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La Esposa que Quemó su Pasado romance Capítulo 31

—Oye, Isidora, yo vengo a postularme como gerente del hotel, no como la princesa del hotel —se quejó Nerea, mirando a su amiga con resignación.

Pero Isidora le respondió con un aire misterioso:

—Ya me moví para averiguar, y resulta que el dueño joven del Hotel Edén de Lujo tiene gustos bien especiales. Solo le gustan las chicas muy atrevidas. La verdad, pensé en sacrificarme y cenar con él para conseguirte el puesto, pero qué va, no soy su tipo. Ni modo, tú tienes que ponerle ganas por tu cuenta —dijo, guiñándole un ojo en tono de broma.

—Es solo una vacante de gerente, tampoco es como para que tengas que sacar tus influencias —reviró Nerea, quitándole importancia.

Isidora se inclinó hacia ella y murmuró:

—Es que tú no sabes. Ese puesto es en el Hotel Edén de Lujo, el resort más lujoso de Ciudad Selénico. Son exigentísimos con quienes quieren de gerente. Me enteré de que desde que ese joven dueño tomó el control, ya han cambiado a más de veinte gerentes.

—¿Tan difícil es de complacer ese tipo? —preguntó Nerea, entre asombro y diversión.

—¡Pues claro! Además, el hombre es todo un misterio. Casi nadie lo ha visto por aquí, nadie sabe bien a bien cómo es. Yo hasta tuve que soltar un dinerito para conseguir aunque sea un poco de información, y todo te lo paso a ti —le confesó Isidora, bajando la voz.

...

—Bzzz, bzzz— sonó el celular de Nerea.

[Nueva notificación de Tobías: Disfruta con Isidora, avísame cuando quieras regresar, te paso a buscar.]

[Tobías: Usa la tarjeta que te di, gasta lo que quieras, no tienes que ayudarle a tu esposo a ahorrar.]

Seguro él sí había mandado a alguien a revisar el vuelo, porque ya sabía que Isidora la acompañaba a Ciudad Selénico. Por eso, estaba tan tranquilo.

Isidora le echó un vistazo a la pantalla y soltó:

—¿Tobías?

Nerea apagó el celular y asintió:

—Sí.

—Vaya, sí que es generoso, hasta te da el dinero para gastar —comentó Isidora con una risa sarcástica.

—Si un día me trae el hijo que tenga por ahí, ¿también me lo dejaría a mi cargo? —preguntó Nerea, con una mueca amarga.

Isidora se quedó helada.

Quiso preguntar más, pero temía abrir una herida, así que solo se quedó callada, incómoda.

—No quiero darle ninguna excusa para buscarme después.

...

El domingo por la tarde, Nerea pidió por internet un traje sastre formal y unos tacones altos en color negro.

El lunes en la mañana, vestida de manera impecable pero sencilla, se dirigió a la oficina del hotel, ubicada en el piso 64.

Ya había bastante gente esperando para la entrevista. Todos estaban sentados en una sala de reuniones que la recepcionista les había asignado.

Mientras esperaba su turno, Nerea reconoció a una figura familiar entrando al lugar.

—¿Profesor Méndez? —exclamó sorprendida.

El profesor Méndez también la reconoció de inmediato:

—¡Nerea! ¿Viniste de vacaciones?

Sus compañeros siempre habían pensado que Nerea se había casado con alguien millonario, así que el profesor también asumió que ella solo estaba allí para descansar.

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