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La Esposa que Quemó su Pasado romance Capítulo 7

Roberto no pudo ocultar su desconcierto.

—Señorita Nerea, ustedes han insistido durante quince años. Escuché por ahí a Tobías decir que todavía andaban intentando tener hijos, ¿qué onda contigo? ¿Qué te traes entre manos?

—Abogado Roberto, solo dime si vas a ayudarme o no.

Roberto guardó silencio. La observó con detenimiento, como si tratara de romper esa fachada elegante y descubrir qué clase de juego escondía Nerea.

En ese instante, la mesera llegó con el café. Pero justo al dar el paso, resbaló y terminó empujando a Nerea.

Nerea perdió el equilibrio y terminó cayendo en brazos de Roberto.

A unas cuadras del café, desde un rincón discreto, se escuchó el clic de una cámara. Alguien había capturado ese instante.

Roberto, siempre atento, notó el destello de un flash, y con el ceño marcado, apartó a Nerea con firmeza.

—Alguien te está siguiendo —le soltó, sin rodeos.

Nerea tropezó un poco, pero se sostuvo en la mesa y se reincorporó.

—No es cierto.

—Alguien acaba de tomarnos fotos —insistió Roberto, con un tono entre bromista y retador—. Dígame, señorita Nerea, ¿ya se metió con algún enemigo? Porque si esas fotos salen a la luz, va a estar complicado explicar lo que pasó.

Nerea soltó una risa ligera.

—Abogado Roberto, quien nada debe nada teme, ¿no? ¿O tienes miedo?

Roberto arqueó una ceja, divertido.

—¿Siempre ha sido así de… directa, señorita Nerea?

Nerea recogió sus cosas y, antes de ponerse los lentes oscuros, lo miró de reojo.

—Abogado Roberto, tengo cosas que hacer, así que me voy. Quiero que esto del divorcio se resuelva lo antes posible, igual que tú. Cuando tengas listo el poder, mándame la versión digital. Yo haré que Tobías lo firme, y después vamos a los trámites de divorcio.

—De acuerdo.

Nerea se giró, salió del café y pidió un taxi.

...

Dentro del carro, su celular vibró. Había recibido varias fotos.

Todas mostraban el momento entre ella y Roberto.

El ángulo de las imágenes era tan preciso que daba la impresión de que Roberto la abrazaba por completo, en una posición sumamente comprometedora.

[Nere, checa las fotos. ¿Te sirven o no?]

Quien enviaba el mensaje era Úrsula, su mejor amiga y una fotógrafa de bodas con años de experiencia.

Capturar momentos como ese era su especialidad.

[Sí, están perfectas. Gracias por el favor.]

El chofer lanzó una maldición.

—¡En plena avenida y se ponen a abrazarse! ¡No manchen, hasta el tráfico están deteniendo!

Nerea miró por la ventana y vio, a unos metros, a una pareja parada en medio de la calle.

El hombre se agachó a recoger algo del piso y se lo entregó a la mujer, quien, conmovida, no pudo evitar soltar el llanto y abrazarlo con fuerza.

Ambos permanecieron abrazados en medio de la avenida, causando que varios carros tuvieran que frenar de golpe.

De un carro negro, alguien bajó visiblemente molesto.

—Oigan, ¿no pueden irse a su casa a hacer sus cosas? ¡Esto es peligroso!

Tobías, sujetando a la mujer en sus brazos, levantó la mano y respondió con una sonrisa.

—Disculpe, se le cayó la pulsera a mi novia y vine a devolvérsela.

—¡Pues ni así! ¡No puedes cruzar entre los carros! Si los atropellan, ¿quién se va a hacer responsable? Además, nos hiciste perder el tiempo a todos. ¿Cómo lo vas a arreglar?

Tobías se mantuvo imperturbable y, alzando la voz, dijo:

—Una disculpa a todos los presentes. Cualquier pérdida, yo la pago. Hablen con mi asistente, les compensaré el triple.

El poder del dinero nunca falla.

Apenas escucharon lo de la triple compensación, los conductores que estaban a punto de reclamar ya bajaron la guardia.

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