—¿Quién anda ahí?
La voz grave y profunda retumbó en el pasillo oscurecido.
Karla y los tres pequeños se quedaron petrificados en el acto, sin atreverse siquiera a respirar.
—¡Toc!
—¡Toc!
—¡Toc!
Los pasos a sus espaldas se acercaban con un ritmo implacable, cada uno retumbando como un trueno directo en el pecho de Karla. Sus piernas temblaban tanto que sentía que en cualquier momento iban a fallarle. Cerró los ojos con fuerza, resignada a que lo peor estaba por ocurrir.
El sonido de los pasos se detuvo justo detrás de ella.
—Señorita, ¿va a salir?
¿Eh?
Karla giró, medio aturdida por el susto, y distinguió la silueta del gerente del hotel, quien sostenía una linterna. Al parecer, había venido a ver qué ocurría con la falla eléctrica.
—Mil disculpas, señorita —dijo el gerente, haciendo una pequeña reverencia—. Nuestro sistema eléctrico acaba de tener un problema, pero ya hay técnicos trabajando para arreglarlo. Si necesita salir, por favor tenga cuidado con el piso.
Karla, todavía temblando, forzó una sonrisa y asintió.
—Está bien, gracias.
—Perdón por los inconvenientes, le ruego acepte nuestras disculpas.
A Karla le seguía temblando el cuerpo cuando el gerente se alejó; ni siquiera tuvo tiempo de relajarse porque, justo en ese momento, la luz de varias linternas apareció al fondo del corredor.
El corazón le dio un vuelco. Reaccionó con rapidez y, sin pensarlo, tomó a los tres niños de la ropa y de un tirón los metió de nuevo en la habitación.
...
Bastián apareció en el pasillo y se topó con el gerente.
—Señor Bastián —saludó el gerente con respeto.
—¿Cuándo piensan restablecer la luz? —preguntó Bastián, sin rodeos.
—No se preocupe, señor, ya casi queda, de verdad le pido una disculpa por todos los problemas.
Bastián no podía evitar sentirse inquieto. Decían que había sido un ataque de hackers, pero lo extraño era que el corte solo afectó a este piso. Todo indicaba que el objetivo era muy específico. Ya había mandado investigar, pero por ahora no tenían ninguna pista.
Regresó a la suite presidencial y echó un vistazo a la puerta de la habitación de Karla, que seguía bien cerrada. Recordó que a Karla le daba miedo la oscuridad. Sin pensarlo mucho, se encaminó hacia allí.
Abrió la puerta.
El interior estaba sumido en un silencio absoluto; barrió la habitación con la linterna, pero no vio a nadie.

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