Todas esas cosas, sumadas una tras otra, hacían imposible que Karla pudiera regresar tan pronto.
—Todavía no está claro —murmuró.
El hombre encendió un cigarro, lo llevó con calma a los labios y soltó una pequeña nube de humo. Desde que Karla había pronunciado esa frase, él no le quitaba la mirada de encima; sus ojos, intensos y brillantes, estaban fijos en ella, y su perfil, envuelto en humo, irradiaba un aire peligroso.
Su voz se volvió más grave.
—¿Tu exesposo no quiere que regreses?
—No es eso... Bueno, no exactamente. La verdad, tú deberías hacerte responsable de mí y de los niños.
De pronto Karla cayó en cuenta: si él no los hubiera llevado hasta ahí, no estarían metidos en semejante lío.
Al escucharla, el peligro en la expresión del hombre pareció disiparse un poco; sus cejas se arquearon con una pizca de entusiasmo, como si hubiera estado esperando justo esas palabras. Respondió sin dudar.
—Está bien, me hago responsable. Mando a alguien por ti y por los niños para que regresen. Cásate conmigo y yo puedo arreglarlo todo.
Karla se atragantó y casi se ahoga con su propia saliva. Se dio golpecitos en el pecho.
—No digas tonterías, ¿quién quiere casarse contigo? Lo que digo es que envíes a los tres niños de vuelta. Ahora que Bastián los encontró, ¿qué vas a hacer?
—¿Cómo quieres que me haga responsable?
—Ayúdame a investigar en qué anda Bastián últimamente.
A Karla le parecía muy raro todo. Si Bastián de verdad se hubiera dado cuenta de la existencia de los niños anoche, ¿cómo podía haberse ido tan tranquilo? Tal vez solo eran imaginaciones suyas, porque por más que lo pensaba, no encontraba una explicación lógica. Pero si no se había dado cuenta, ¿por qué se había presentado anoche tan alterado para exigirle explicaciones? Tampoco tenía sentido.
Fuera como fuera, Karla necesitaba saber exactamente qué estaba haciendo Bastián para poder prepararse y actuar como correspondía.
—De acuerdo —asintió el hombre.
—Y otra cosa —añadió Karla, acercando el celular y sonriendo de forma un poco zalamera—. Recuerdo que dijiste que también tienes una casa de subastas en Ciudad Miraflores, ¿cierto?
El hombre se acomodó en el sofá, levantando una ceja.
—Sí.
—¿Puedo ir?
—¿Te gusta tanto trabajar?
Karla apretó los labios.
—Por ahora no puedo regresar a Nación Bosque de Jade, pero tampoco me puedo quedar sin trabajo.
Tenía tres hijos que alimentar, después de todo. Además, si llegaba el momento de pelear por la custodia, iba a necesitar mucho dinero, así que no podía relajarse ni un segundo.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Exesposa Millonaria Bajo el Velo