Sofía tenía en brazos al pequeño Palo y preguntó:
—¿El doctor te dijo cuánto debería pesar un bebé normal?
Sue le contestó:
—Como entre cinco y siete kilos, más o menos.
—Entonces el pequeño Palo apenas pesa un kilo y medio de más, tampoco es tanto —dijo Sofía, mirando de reojo a Sue—. Pero, Sue, si quieres que baje de peso, no lo hagas tan de golpe. Mejor despacito, porque si le bajas mucho de un jalón, el niño se va a sentir mal.
Sue asintió, tranquila:
—No te preocupes, mamá, yo sé.
Después de un momento, Sue pareció acordarse de algo y preguntó:
—Por cierto, mamá, ¿cómo van las cosas allá en el pueblo?
—Ya todo está bien —respondió Sofía.
—Qué bueno —dijo Sue, aliviada.
—Mamá, papá, Sue, me voy a salir un rato —anunció Gabriela, que ya tenía el celular en la mano y se dirigía a la puerta.
Sofía la volteó a ver:
—Ya es bien tarde, Gabi, ¿a dónde vas?
—Mañana Leslie se va de viaje, así que hoy vamos a salir a cenar —explicó Gabriela mientras se ponía sus tenis blancos.
—¿Y Lys también va? —preguntó Sofía.
Gabriela asintió apenas.
—Sí.
—Ah, bueno.
Rodrigo intervino desde el sillón:
—Cuídense mucho, ¿eh? No tomen, y si ves que está difícil regresar, me llamas y yo paso por ti.
—Sí, papá, no te preocupes —Gabriela se despidió—. Nos vemos.
El carro estaba estacionado afuera. Gabriela abrió la puerta del conductor y se subió. En unos segundos, el auto negro se perdió entre las luces de la ciudad.
Media hora después, Gabriela llegó al estacionamiento cerca del mercado nocturno. Apenas apagó el motor, vio a Leslie corriendo hacia ella y saludando con la mano.
—¡Gabi!
—¡Leslie! ¿Por qué llegaste tan temprano? —le preguntó Gabriela, bajando la ventana.

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