La Heredera del Poder romance Capítulo 61

Sebastián nunca había sentido tanta curiosidad por una persona.

Después de mandar aquel mensaje, no dejó de mirar la pantalla, temiendo perderse de algo.

Pasó un rato.

Finalmente, la otra persona respondió.

Con rapidez, Sebastián abrió la ventana de chat.

Solo vio seis palabras frías y distantes en la pantalla:

"Lo siento, no me interesa charlar."

Incluso a través de la pantalla, podía sentir la indiferencia que emanaba del otro lado.

Era la primera vez que Sebastián tomaba la iniciativa de pedirle a alguien su WhatsApp.

No esperaba ser rechazado.

Esa sensación

era algo nueva para él.

"Je." Sebastián esbozó una sonrisa, y la peca roja junto a su ojo parecía cobrar vida, seductora y cautivadora.

Roberto se sobresaltó con esa risa repentina y dijo: "Hermano Sebas, ¿qué pasa?"

Por lo que sabía de Sebastián, cada vez que sonreía así, nada bueno se avecinaba.

Sebastián cerró la computadora con una mano y dijo, "¿Conseguiste la información de Bernadotte?"

"La red fue hackeada varias veces, todavía estamos en eso." Roberto continuó, "La sección internacional dice que no encuentran a esa persona."

No encontrar a esa persona.

Que la red fuese hackeada era una cosa, pero que la sección internacional no encontrara a alguien era otra.

Ese Bernadotte era interesante.

Sebastián detuvo el dedo con que giraba el rosario, el rojo brillante se enredaba alrededor de su pálido dedo, un rojo diabólico y una blancura translúcida, como cubiertos por una luz fría, "Continúa buscando, hasta que lo encuentres."

Roberto asintió, "¡El gran Bernadotte es increíble! Me encantaría conocerlo. Hermano Sebas, ¿crees que Bernadotte es hombre o mujer?"

Antes de que Sebastián pudiera responder, Roberto dijo, "Por su estilo de chat y habilidades, apuesto a que es hombre. ¿Qué mujer tiene ese intelecto?"

Cada vez que chateaba con Bernadotte, las palabras que enviaba tenían un aire de autoridad, muy concisas, sin desperdiciar palabras.

Además, alguien que ni la red ni la sección internacional podían rastrear, era obvio cuán formidable debía ser.

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