La Heredera Divorciada Billonaria romance Capítulo 717

La acción de Eric fue tan casual, pero todos los presentes sintieron un escalofrío intenso de repente.

Hector Leach estaba tan asustado que sus piernas se quedaron flácidas. Ni siquiera se cuestionó si la cosa que tenía Eric en la mano le apuntaba a la cabeza.

Nicole lo tomó tranquilamente sin la menor sorpresa o miedo.

‘¡¿Qué clase de personas son?!’. El rostro de Hector se volvió miserablemente pálido. El miedo en sus huesos hizo que su sangre se coagulara mientras temblaba.

Nicole tomó la pistola y la hizo girar. Entonces Eric le tomó la mano y sujetó la pistola, apuntando en dirección a Hector.

La situación era tensa.

El rostro de Eric era inexpresivo y su tono era sombrío. “¿Fue él? Solo dispárale”.

Eric parecía estar un poco impaciente. El enrojecimiento de sus ojos se debía a su ira incontrolable y a su crueldad. Simplemente no le importaban las consecuencias. Además, no tenía miedo de causar problemas.

Este tipo de pequeña conmoción era común para él.

Sin embargo, ya que asustaron a Nicole, esto era otra historia.

Cuando Hector escuchó las palabras de Eric, se asustó tanto que sus huesos se aguaron. Cayó sin fuerzas al suelo y se arrodilló allí mientras levantaba las manos en señal de rendición.

“¡Lo siento! ¡Me equivoqué! Señor Ferguson, por favor, perdóneme. ¡No me mate!”.

Hector solo pretendía utilizar una táctica un poco descarada contra Nicole. ¿Quién pensaría que provocaría a Eric y que él lo querría matar?

En este momento, Hector creía que si Nicole le disparaba de verdad, moriría en el acto y Eric se limitaría a tirarlo al río y hacerlo desaparecer para siempre.

Eso era lo más aterrador.

Una persona cruel se encontraba por fin con alguien a quien no le importaba la vida humana.

Eric ignoró las súplicas de Hector y permaneció imperturbable.

Hector lo vio y se dio vuelta para mirar a Nicole, arrodillándose para admitir su error.

“¡Señorita Stanton! ¡Presidenta Nicole! Por favor, perdóneme… ¡Me equivoqué! Puede llevarse los libros de contabilidad, pero perdone mi insignificante vida…”.

Su cuerpo temblaba violentamente. Cada poro de su ser estaba aterrorizado. La sensación de tener un arma apuntando a su cabeza era indescriptiblemente horrible.