Al escuchar esto, Elvira miró a Mónica con sorpresa.
—¿No te gusta Liam?
Como madre, Elvira entendía perfectamente lo que pasaba por la cabeza de su hija.
—¡Hoy Liam vio al señor Dante y no se atrevió a decir ni una sola palabra!
Mónica pensó en la humillación que había sufrido frente a tanta gente, y encima Liam no tuvo el valor de defenderla. Sentía cómo la indignación le subía por todo el cuerpo, a punto de explotar.
—Moni, Dante no es tan simple como Liam.
—No me importa. Pienso que, si Aurora forzó al señor Dante a aceptar el compromiso, yo no tengo nada que envidiarle a Aurora. Al final de cuentas, el señor Dante es un tipo con mucha vitalidad... Dicen que cuando una mujer persigue a un hombre, solo hay una barrera delgada entre ellos. No creo que el señor Dante me rechace para elegir a esa pueblerina de Aurora.
Diciendo esto, Mónica sintió que la victoria estaba al alcance de sus manos y calculaba con los ojos entrecerrados.
—Aurora se ganó la confianza del señor Dante por ser doctora. Yo también debo encontrar una estrategia perfecta...
...
Aurora aún no sabía que se había convertido en la piedra en el zapato de Elvira y Mónica. Siguiendo la dirección que le dio Verónica, fue en busca de su patrocinador, Jonathan. Al llegar, se dio cuenta de que el lugar acordado era un estudio de grabación preparado por la compañía de medios para los artistas.
Jonathan la invitó a entrar, y cuando llegó a la puerta, vio a Mónica vestida de manera extravagante.
Mónica también la vio. Aurora llevaba unos jeans y una sudadera blanca, con el cabello recogido en un moño y sin maquillaje, lo que le daba una belleza sencilla y limpia.
En comparación, el atuendo de Mónica resultaba demasiado recargado.
Mónica, enfurecida, se acercó a Aurora con sus tacones resonando en el suelo.
—¡Aurora! ¿Qué haces aquí?
Desde la vergüenza que pasó ayer con la familia Lobos, Mónica ya no disimulaba ante Aurora.
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