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La Madre No Reclamada romance Capítulo 2

—En la casa no hay nadie que nos ayude por ahora. Tú vas a quedarte aquí, así que tendrás que cuidarte tú misma—. Zacarías volteó hacia Jazmín y le habló con voz serena.

—No te preocupes, yo me adapto a cualquier lugar. Pero tú, ¿no te cansaste de cargar a Feli todo el camino? Mejor vamos a llevarla a su cuarto primero—. Jazmín se veía genuinamente preocupada por Feli y sostenía su cabecita con la mano, como si temiera que pudiera caerse dormida en cualquier momento.

—Está bien—, respondió Zacarías.

Ambos llevaron a Feli hasta la habitación para niños.

Elvira, que se había dado cuenta de la situación, fue rápido a abrir la puerta.

Sabiendo que Feli ya regresaba, Elvira había lavado las sábanas y las cortinas, y toda la habitación desprendía un aroma fresco y agradable.

Para que el aire circulara, se acercó a la ventana grande y abrió un poco la ventanilla de arriba.

La brisa nocturna era suave y fresca.

Al volver la mirada, vio a Zacarías acomodando con sumo cuidado a Feli en la cama infantil, mirándola con ternura.

Se notaba a leguas lo mucho que quería a su hija.

Pero la maestra de Feli, por otro lado, parecía estar demasiado pendiente; se inclinó con delicadeza y le quitó los zapatos a la niña.

—¿Cómo es posible que la acuestes sin quitarle los zapatos? De verdad, eres de lo más despistado—. El tono de Jazmín era de reclamo, pero no podía ocultar el cariño.

—Lo tendré en mente para la próxima—, contestó Zacarías.

Bajo la luz tenue de la lámpara de pared, tenía una media sonrisa en los labios, y su mirada era cálida. —Hoy te tocó hacer de todo, gracias.

—No fue ningún esfuerzo—, soltó Jazmín con una sonrisa amable.

Las miradas de ambos se encontraron en el aire, dejando al descubierto una tensión evidente, imposible de ignorar.

A Elvira se le aceleró un poco el corazón.

No pudo evitar preguntarse si en todos estos años, Zacarías y Jazmín habrían tenido algo más mientras estuvieron en el extranjero.

¿Será que esa “deuda de gratitud” la pagaron yendo más allá, hasta terminar juntos en la cama?

Tal vez estuvo parada demasiado tiempo, porque de pronto Zacarías la miró y le lanzó una mirada distante.

—¿Y tú? ¿Por qué sigues ahí parada?

Feli ya se había dormido, así que era momento de salir.

Elvira salió detrás de ellos y preguntó:

—Llegaron tan tarde... ¿ya comieron algo?

Pensó que hacía tanto que no veía a Zacarías que sería mejor no desconfiar de él en ese momento; después le preguntaría en privado.

Al fin y al cabo, era su esposo, debía respetarlo.

—Comimos en el avión—, respondió Zacarías tranquilo y llevó a Jazmín hasta la habitación de invitados.

Zacarías salió, cruzando la habitación con pasos largos. Llevaba una bata floja, que dejaba ver apenas su abdomen marcado, el cuerpo trabajado de alguien en la plenitud.

Elvira se quedó mirándolo, sin poder evitar que los ojos se le fueran al pecho de él.

—Zacarías...—, murmuró.

Zacarías notó su mirada y, con gesto impasible, se acomodó la bata.

Parecía que temía que ella fuera a aprovecharse de él.

Elvira no pudo evitar rodar los ojos.

Zacarías apagó la lámpara de la pared, y el cuarto quedó en total oscuridad.

Sintió el colchón hundirse levemente a su lado; él se acostó, y un aroma fresco, con un dejo a colonia, le llenó la nariz.

Ese era el olor tan particular de Zacarías.

Cinco años atrás, ella y él habían compartido algunas noches. Poco después nació Feli...

En algún momento, sí habían sido felices juntos.

Elvira sintió el pecho apretado; en voz baja, apenas un susurro, dijo:

—Zacarías...

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