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La Otra Familia en Sus Publicaciones romance Capítulo 218

Elvira lloraba cada vez más desconsolada, como si el dolor la fuera arrastrando.

—No quiero que me manden a esa isla, mi hijo me está esperando en casa, Raúl, ¿puedes llevarme de regreso? Por favor…

Al ver que Raúl no cedía, Elvira, de pronto, se arrodilló frente a él, suplicando con voz temblorosa:

—Raúl, ¿de verdad quieres verme morir a manos de tu familia Olmedo? Por favor, te lo ruego, tengo mucho miedo…

El llanto de Elvira fue como un balde de agua fría para Raúl; poco a poco, su enojo fue menguando.

Debía admitirlo, Elvira tenía razón. Mientras su madre estuviera allí, Noelia no corría peligro.

Por precaución, lo mejor sería sacar a Elvira de la casa primero.

Raúl ayudó a Elvira a ponerse de pie.

—Vamos, te llevaré a casa primero.

Raúl condujo hasta la entrada del edificio donde Elvira rentaba. Se detuvo en la puerta, sin intención de acompañarla hasta dentro. Elvira dudó unos segundos antes de soltarse el cinturón de seguridad.

Con una mano en la manija de la puerta, giró la cabeza y miró a Raúl.

—Raúl, la neta, hoy fui yo la que te metió en este lío. Otro día le compro un conjunto nuevo de ropa a tu esposa y le pido una disculpa en forma.

Raúl parecía perdido, con la mente lejos. Irritado, jaló el cuello de su camisa como si le apretara.

—Tíralo, ya. Yo le explico a mi esposa, no tienes que preocuparte por eso.

Los ojos de Elvira brillaron con una emoción difícil de descifrar.

—¿Cómo crees? Yo usé la ropa de tu esposa, la que estuvo mal fui yo. Y encima de todo, ella ni me hizo mala cara, hasta me defendió. Por lo menos deja que le dé las gracias como se debe.

Raúl no lograba deshacerse del nudo en el pecho. Bajó los vidrios de las ventanas para dejar entrar un poco de aire fresco.

Viendo aquello, Elvira no tuvo más remedio que abrir la puerta y bajar del carro.

Antes de irse, dejó caer unas palabras como quien no quiere la cosa:

—Raúl, hoy me di cuenta de que tu esposa es una gran persona. Te digo algo, las mujeres son fáciles de contentar si uno se lo propone. No le pongas esa cara de piedra, mejor consiéntela un poco. A lo mejor ya llegó a casa, ve y échale un ojo.

La mirada de Raúl hacia Elvira era una mezcla de cosas: duda, sorpresa, quizá algo de culpa.

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