La pequeña indomable del CEO obsesivo romance Capítulo 5

A la mañana siguiente, Atenea, hastiada de la rutina monótona en la mansión donde pasaba la mayoría del tiempo sola, decidió invitar a su amiga para compartir un refresco en la sala y conversar.

Mientras Layla estaba absorta en su teléfono, deslizando el dedo por la pantalla, Atenea se dedicaba a limarse las uñas con calma, observando de vez en cuando a su amiga que parecía más interesada en chatear que en prestarle atención. Sin embargo, Atenea finalmente rompió el silencio.

—Anoche tuve una discusión con Valentino —le confió, y enseguida Layla levantó la mirada —nuevamente por esa mujer llamada Lirio —soltó un suspiro de desinterés.

—¿Ese tipo no se cansa? —exclamó Layla con descontento —¿Cuál es el problema? Es solo un matrimonio por contrato; nadie le está impidiendo que mantenga a esa mujer con él.

—Es porque su padre le hizo un reclamo, ya que no quería concederme el lugar que me corresponde en esta mansión —Atenea bostezó, luego miró a su amiga —¿Crees que debería haber cancelado todo? Esto está resultando un tanto aburrido.

—Ya te lo dije, deberías hablar con tus padres. Si fuera yo, no soportaría a ese tipo amargado; que se quede con su amante y que su fábrica se desmorone. Al fin y al cabo, no es tu problema —comentó encogiéndose de hombros.

Atenea sonrió ampliamente, negando con la cabeza, y su amiga la miró con los ojos entrecerrados, reconociendo esa risa maliciosa como señal de que estaba tramando algo, aunque Atenea no reveló sus planes, y Layla optó por no perder tiempo en hacerle preguntas.

En ese momento preciso, la puerta principal se abrió, rompiendo la tranquilidad de las dos jóvenes que disfrutaban de su espacio. Dos presencias no deseadas hicieron su entrada: Valentino, recién llegado de la empresa, acompañado de Lirio Moretti, quien tomaba su brazo con una sonrisa triunfante en el rostro.

—¿Cómo vas con tu "amigo", Layla? —preguntó Atenea de repente, ignorando a los recién llegados —. No me has contado nada desde que llegamos.

—Ah, sobre eso...

—Al parecer, tus padres no te enseñaron buenos modales —cortó Valentino, interrumpiendo la conversación —. ¿No ves que acabamos de llegar?.

—¿Y qué quieres, que bese sus pies o algo así? —inquirió Atenea sin apartar la mirada de sus uñas —. Hagan lo que tengan que hacer y déjanos en paz, ¿es mucho pedir?.

—Sigues siendo una arrogante maleducada —replicó su prometido con frialdad —. Lirio se quedará a cenar esta noche.

—Perfecto —esta vez, Atenea levantó la mirada con una sonrisa en los labios —. Me parece excelente, porque parece que la señorita Lirio tiene recursos bastante limitados como para permitirse el lujo de probar los exquisitos platillos que se preparan en esta espléndida mansión. Mis padres me enseñaron a brindar ayuda al prójimo.

—Valentino, creo que será mejor que me retire... —murmuró Lirio en tono bajo, apretando ligeramente el brazo de Valentino como si sintiera vergüenza.

—No, no te irás a ningún lado; esta es mi mansión —dictaminó él, rodeándola con su brazo mientras Lirio disimuladamente sonreía. Layla intercambió miradas con Atenea, quien mantuvo una expresión imperturbable —. Atenea, será mejor que trates a Lirio con respeto; aunque serás mi esposa, ella es la mujer que yo quiero.

—Lo sé, cariño, lo sé —suspiró ella en respuesta —. ¿No es encantador? La amante y la futura esposa bajo el mismo techo y en la misma mesa; esas cosas solo las veía en las telenovelas —rió maliciosamente, mientras su amiga sentía ganas de soltar todas las maldiciones atascadas en su garganta —. Muy bien, por mí adelante, no tengo ningún problema con eso; después de todo, la amante solo será eso, amante.

—Valentino, mi amor —le habló Lirio con voz dulce y aparentemente calmada, aunque él se veía notablemente disgustado —. ¿Por qué no vamos a tu habitación? Terminaste un poco cansado; te daré un masaje.

—Por supuesto —respondió él, girándose hacia ella, tomó su rostro entre sus manos y le dio un beso en los labios delante de Atenea y Layla —. Vamos, quiero que descanses también.

Así, Valentino se retiró escaleras arriba, lanzándole una mirada dura a Atenea antes de desaparecer de su vista. Una vez que ambos se habían ido, Layla dejó su teléfono y se puso de pie, dirigiéndose hacia su amiga. La tomó del brazo con fuerza y la miró a los ojos.

—Nos vamos de esta mierda —dijo severamente —¿Vas a tolerar estas humillaciones por parte de ese hombre? Mira lo que acaba de hacer delante de nosotras: traer a su amante aquí, decir que se quedará a cenar, besarla frente a su prometida y ahora llevársela a su habitación, seguramente para hacer no sé qué porquerías. No puedo permitir que te quedes aquí.

—No le des tanta importancia —se soltó de su agarre, suspirando —¿No me conoces, Layla? ¿Crees que algo así me hace siquiera cosquillas? Déjalos, ellos ríen ahora, luego seré yo.

—De verdad que no tienes remedio, Ate —su amiga peinó su lizo cabello con frustración —estando yo en tu lugar, hasta un veneno le hubiera dado a ambos. Esos malditos lo hacen a propósito.

—Qué te puedo decir, no soy una mujer complicada que pierde su valiosa energía con cosas insignificantes como esas.

—Oye —Layla la miró con interés —¿Por qué no vamos a la piscina?.

—¿A qué viene eso?.

—Hace buen clima para tomar un bronceado. Has estado todo este tiempo viendo los preparativos de tu boda y además soportando a ese idiota, y yo he estado ocupada con algunas cosas del trabajo. Nos merecemos relajarnos —le propuso, acercándose a ella mientras esbozaba una sonrisa torcida —. Además, muéstrale a esa cucaracha que no te vas a dejar.

Capítulo 5 Llegada con la amante 1

Capítulo 5 Llegada con la amante 2

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