La Princesa romance Capítulo 8

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—Come, come, prueba más de esto, está muy rico —Aurelio le sirvió un poco de carne usando el cuchillo y el tenedor.

—Si se te antoja algo, dímelo, yo te lo preparo —añadió Irma con una sonrisa.

Vanesa asintió. Aquella comida, llena de plática y calidez, era algo que en sus diecisiete años había experimentado en muy pocas ocasiones. Quizá por el ambiente tan ameno, o porque era difícil rechazar tanto cariño, terminó comiendo toda una gran taza de arroz, aunque normalmente su apetito se perdía ante tantos platillos.

Si el gran señor de la familia Montemayor llegaba a enterarse, seguro despediría a otro grupo de cocineros.

Al terminar la comida, la incomodidad que había en el aire se disipó un poco. Alfonso se fue de regreso a la escuela y Vanesa aprovechó para ir a su cuarto a organizar sus cosas. No tenía mucho equipaje, así que terminó rápido.

Se tiró en la cama, arropada con cobijas que olían a sol y a detergente, mientras el pequeño ventilador hacía su —grrrr— al girar. Sin aire acondicionado, pero el calor no era insoportable.

Desde afuera le llegaban los murmullos de los esposos Balderas, y del patio se colaban los sonidos de las familias de alrededor. Para Vanesa, acostumbrada a la tranquilidad de una zona exclusiva y silenciosa, esos ruidos le resultaban casi nostálgicos; recordó, como un eco lejano, que de niña también había vivido algo parecido.

Así como la familia Balderas no siempre fue próspera, el Grupo Montemayor tampoco nació grande. Cuando Vanesa era pequeña también pasaron tiempos complicados, aunque tuvo suerte y en un par de años su vida se llenó de lujos, hasta ahora.

No entendía por qué, pero esos recuerdos que creía olvidados regresaron de repente a su memoria.

—¿Ya se durmió?

—Ya, está dormida.

—Seguro quedó cansada, pobrecita… hay que dejarla descansar.

—Vi que le gustó mucho el guisado de carne, mañana le compro un poco más.

—Está bien. ¿Cómo ha estado Fede hoy?

Vanesa oyó un suspiro, y después ya no distinguió nada más.

...