Li Qianhui era la madrastra de Xia Micheng. En sus buenos tiempos, ella había sido una famosa actriz del mundo del espectáculo. Aunque había parido dos hijas, seguía manteniendo un buen aspecto; parecía una joven madre con una elegante gracia.
Li Qianhui al principio fue una prostituta. Sin embargo, gracias a su astucia no solo había ocultado con éxito ese pasado suyo, su pasado sino que había utilizado tácticas muy inteligentes para provocar agitación en el círculo de las damas de la alta sociedad como matriarca de la familia Xia. Li Qianhui había organizado divinamente la boda ese día, incluso el vestido de novia que llevaba Xia Micheng había sido preparado especialmente como los de Milán, lo que había costado una buena suma. Todo el mundo elogió a Li Qianhui por un trabajo tan bien hecho.
Xia Micheng simulaba no saber nada, solo mostraba la timidez de una chica que estaba a punto de casarse. Miró hacia la puerta del coche.
—Es casi la hora, pero ¿por qué aún no ha venido el novio a buscarme?
La expresión de Li Qianhui cambió al oír esto.
Todo el mundo se miraba. ¿Qué pasaba? ¿La novia no sabía que el novio era un enfermo terminal que estaba a punto de morir?
Ella estaba allí para limpiar la mala suerte de otra familia. No había novio en esta boda.
Xia Chunyang dio un paso hacia delante, con culpa y evasión en sus ojos.
—Micheng, el novio… hoy el novio no se siente bien, así que no vendrá. Deberías seguir tú.
Micheng se puso rígida, pero de inmediato sonrió obediente.
—Vale, vamos allá.
Micheng se metió en el coche sola.
Los invitados miraban cómo la hermosa figura de Xia Micheng desaparecía en el coche. Aunque se podía decir que era una pueblerina, su figura era grácil e impactante con su precioso vestido de novia. Había una gracia y un encanto indescriptibles en el aura que la envolvía. Más aún, su comportamiento obediente y distraído evocaba una inmensa pena en los invitados. Todo el mundo miraba a Li Qianhui y empezaba a gesticular y a susurrar entre sí.
—Es tan bonita, pero finalmente es solo la madrastra y, sobre todo, cómo está intentando que la hija de otro contraiga matrimonio en vez de que sea su propia hija.
La cara de Li Qianhui se oscureció. Aunque la boda había estado bajo su control, Xia Micheng se las había arreglado para revertir la opinión de todo el mundo en su favor y hacerla a ella parecer malvada. Había subestimado a Xia Micheng.
Sin embargo, todavía quedaba tiempo en los días venideros. ¡Tenía varios medios para ponerla en su sitio!
……
Xia Micheng entró en el dormitorio de los recién casados del Jardín de las Orquídeas. Las luces estaban apagadas, estaba oscuro y la atmósfera era un poco inquietante. Los ojos oscuros y brillantes de Xia Micheng resplandecieron en la oscuridad; parecían brillantes y alertas. Se acercó a la cama y vio de una forma vaga a un hombre tumbado en el colchón grande y mullido.
Era su prometido.
Xia Micheng se aproximó e intentó encontrar su pulso. Sin embargo, al instante unos finos dedos agarraron con fuerza su esbelto brazo. El mundo giró y ella se encontró debajo de él.
Xia Micheng se sobresaltó. Le habían dicho que su nuevo marido era un enfermo a las puertas de la muerte, pero los dedos que sujetaban su brazo con fuerza eran poderosos. Claramente era un hombre en la flor de la vida.
¿Quién era?
Xia Micheng dobló su rodilla y la dirigió hacia sus partes bajas. Sin embargo, el hombre era incluso más rápido que ella. Esquivó con facilidad el ataque y con un empujón de su rodilla, la contuvo.
Sus movimientos fueron rápidos, precisos y brutales.
—¿Quién eres? ¡Déjame ir!
Xia Micheng luchó con todas sus fuerzas. Sus cuerpos se frotaron a través de las delgadas telas de sus ropas. Una suave y carismática voz sonó en su oído.
—Estás siendo bastante entusiasta. ¿Tan ansiosa estás por cerrar el trato?
……
«¡Qué obsceno!».
Xia Micheng se dio cuenta en ese momento de que ese hombre de la habitación era su nuevo marido. Sin embargo, no estaba enfermo en absoluto, más bien al contrario, era un hombre joven y sano. En ese momento, los largos dedos del hombre habían soltado su brazo para dirigirse a los botones de su corpiño y desabrocharlos uno a uno. Xia Micheng agarró sus grandes manos al instante.
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