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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 216

—Joaquín, sé que estuve mal, por favor, perdóname.

Joaquín frunció ligeramente el ceño y respondió en voz baja.

—Renata, ya te lo dije bastante claro. Nuestro bebé llegó en el peor momento… no tenemos otra opción más que dejarlo ir.

—Ahora mismo, Nexus Dynamics está en un momento decisivo. Si sigues haciendo este escándalo, en serio voy a desentenderme de ti.

Renata tenía los ojos hinchados de tanto llorar y, acurrucada en los brazos de Joaquín, dejó que las lágrimas le resbalaran por las mejillas sin decir palabra.

Todo era culpa de Petra.

Por su culpa, el asunto se había hecho público, afectando a Nexus Dynamics, y a Joaquín no le quedó de otra más que sacrificarla a ella.

...

Petra salió de Nexus Dynamics y, sin perder tiempo, marcó el número de Benjamín.

A estas horas, Benjamín seguramente seguía en la oficina. Si se apuraba manejando, todavía alcanzaría a llegar a la sucursal de Grupo Hurtado en Santa Lucía de los Altos antes de que él se fuera.

Apenas llamó, le contestaron al instante.

La voz grave de Benjamín se escuchó del otro lado.

—¿Qué pasa?

Mirando fijo la carretera, Petra fue directa al grano.

—Señor Benjamín, ¿ya salió del trabajo? Estoy camino a la sucursal, pensé que podríamos platicar sobre lo de Nexus Dynamics.

Benjamín mantuvo ese tono serio.

—Ya salí. Si quieres, mejor ven a mi departamento y lo hablamos ahí.

Petra arqueó las cejas, sorprendida.

¿No que andaba ocupadísimo? ¿Por qué sale tan temprano entonces?

Benjamín notó su silencio y añadió, con voz calmada:

—Te espero.

Dicho eso, él colgó primero.

Petra no tuvo más remedio que girar el carro y dirigirse hacia la zona residencial donde vivía Benjamín.

Al llegar a la entrada del fraccionamiento, un guardia joven y bien entrenado se acercó trotando.

Cuando Petra iba a sacar su credencial para registrarse, el guardia vio la placa de su carro, habló un momento por el intercomunicador con sus compañeros y alzó la pluma del acceso.

—Señor Benjamín, ya llegué.

En cuanto cruzó la puerta, un olor delicioso a comida recién hecha invadió el ambiente.

Petra no pudo evitar preguntarse qué día especial era para que Benjamín cocinara.

No obtuvo respuesta. Así que, por costumbre, se puso a buscar fundas para los zapatos cerca de la entrada, pero no encontró ninguna. Lo que sí vio fue un par de sandalias nuevas de mujer.

Se quedó mirando las sandalias unos segundos. Al final, prefirió no tocarlas.

Seguro eran para la dueña del departamento. Ella solo era una empleada, no tenía derecho a usar las cosas de la señora de la casa.

Sin funda ni sandalias para ella, Petra decidió andar descalza.

—Señor Benjamín...

Se asomó a la cocina y vio a un hombre vestido con un uniforme de chef blanco, ocupado en sus quehaceres.

Así que no era Benjamín quien cocinaba.

Claro, ¿qué iba a estar haciendo un tipo tan de mundo y consentido como él en la cocina?

Menos mal, pensó Petra, porque si además de guapo, exitoso y millonario, supiera cocinar... ¿entonces quién podría estar a la altura de ese sujeto?

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