Al recibir su respuesta, Petra por fin guardó el celular.
Se limpió las lágrimas del borde de los ojos con el dorso de la mano, tratando de calmarse. No podía dejar que Benjamín la viera llorando como niña chiquita.
Cuando terminó de limpiar el piso, fue a lavarse las manos y se dispuso a salir de la cocina.
Sin embargo, todavía había algunos charcos. Al dar el paso, resbaló de repente. —¡Ay!— soltó, y terminó golpeándose la cintura contra el fregadero.
El ruido hizo que Benjamín entrara de inmediato. La levantó de un jalón, pero antes de que Petra pudiera estabilizarse, él también patinó con los pies.
Benjamín se fue directo al suelo, azotando la espalda. En la caída, no soltó a Petra y la abrazó con fuerza.
Petra solo alcanzó a escuchar el quejido ahogado del hombre, mientras él terminaba fungiendo de colchón para ella.
El latido acelerado de Benjamín, mezclado con el suyo, retumbaba en ese pequeño espacio.
Parpadeó, tratando de asimilar el caos, y empezó a incorporarse con torpeza.
—Sr. Benjamín, ¿se encuentra bien?— preguntó, con la voz entrecortada.
Benjamín respiró hondo varias veces, recuperando el aliento.
—No me voy a morir— contestó, con un deje de fastidio.
—Pero si sigues encima de mí un rato más, tal vez sí me muero— soltó, con los ojos puestos hacia abajo.
Petra se quedó helada por un segundo. Siguió la dirección de su mirada y vio que, en medio del apuro, había quedado con la rodilla presionando justo entre las piernas de Benjamín.
De inmediato, se apoyó en el piso para levantarse.
—Pe... perdón, de verdad— murmuró, queriendo desaparecer.
Pero al intentar empujarse, la mano se le resbaló y volvió a caer sobre él.
—Hmmm...— se oyó la voz ronca y profunda de Benjamín.
A Petra se le encendieron las orejas. Con manos y pies, intentó apartarse de su cuerpo.
Justo entonces, Benjamín le sujetó la cintura.
—Deja de moverte, ¿o me quieres sacar ventaja a propósito?— le tiró, con una sonrisa pícara.
—No... no es eso— negó Petra, sacudiendo la cabeza, roja como jitomate.
Aunque le prestaran diez vidas, nunca se atrevería a bromear con él así.
—El piso tenía grasa, quedó resbaloso, no limpié bien. Ahorita lo vuelvo a limpiar, de veras— explicó apresurada, apartando el cuerpo para no quedar encimada.
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