Después de que la oficina volvió a la calma, Petra se quedó sentada, aturdida, en su silla de trabajo. Los papeles en sus manos bailaban borrosos ante sus ojos.
Siempre había sido de las que, en cuanto llegaba el horario laboral, podía concentrarse sin esfuerzo. Pero esta vez no lograba leer ni una sola palabra.
Solo sostenía los documentos, perdida en sus pensamientos, sin darse cuenta siquiera de cuándo Benjamín se acercó hasta quedar frente a ella.
No fue hasta que ese rostro atractivo, tan cerca, apareció en su campo de visión que Petra volvió en sí, sobresaltada, y se alejó un poco.
—Tú... ¿no ibas a bajar a negociar el precio?
Benjamín, al ver su reacción tan nerviosa, simplemente se acomodó en la silla frente a ella, como si fuera lo más natural del mundo.
—El precio ya quedó arreglado. Lo demás lo va a manejar Horacio.
La verdad, él ni siquiera tenía que venir hoy. Pero ya que iba a revisar un proyecto cerca, se le hizo fácil subir junto a Horacio.
Por alguna razón, desde que ella rechazó su oferta de llevarla a la oficina esa mañana y se separaron en el estacionamiento, se le había quedado la idea de querer volver a verla.
Petra, sintiendo cómo la mirada intensa de Benjamín la atravesaba, solo pudo responder con un —Oh—, sintiendo que el ambiente en la oficina se volvía más caluroso que nunca. Todo era tan raro que no sabía ni dónde meterse.
Benjamín se le quedó viendo, divertido por lo desubicada que se veía. Esbozó una sonrisa y, con voz lenta y cargada de intención, soltó:
—Anoche tomé mucho, me quedé con lagunas. Pero no soy de los que se desentienden. Si ya hice lo que debía y lo que no debía... entonces...
Petra se puso colorada como jitomate y le cortó la palabra.
—Eso fue un invento mío, no pasó nada. Sr. Benjamín, usted ni se pasó de copas ni hizo nada raro.
Salvo por la mordida en su cuello, él no había hecho nada fuera de lugar.
En ese momento, la chispa en los ojos de Benjamín pareció apagarse un poco.
—¿Así que no necesitas que me haga responsable?
Petra asintió como si le estuvieran preguntando si quería agua.
—No pasó nada, ¿cómo vas a hacerte responsable? Además, tú estabas borracho y yo estaba sobria. Si hubiera pasado algo, habría sido porque los dos quisimos. No hay nada de lo que hacerse responsable.
Benjamín guardó silencio.
La mirada profunda volvió a instalarse en sus ojos, como si una sombra hubiera caído de pronto y cubriera toda emoción.
Petra, por supuesto, notó el cambio, pero bajó la cabeza fingiendo que no entendía nada.
Cuando uno se siente incómodo, siempre finge estar ocupado. Así que empezó a hojear los papeles sin sentido alguno.
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