Florencia asintió con la cabeza.
—Sí, ¿verdad? La verdad, no la conozco mucho, no hemos coincidido casi.
Catalina, que estaba escuchando, no tardó en meterse en la conversación.
—Entonces seguro es porque Jimena y Benjamín son compañeros de clase que Petra le pidió a Benjamín que le consiguiera este vestido, ¿no?
Eso explicaba también por qué, hace un rato, Petra se había visto tan incómoda cuando trataba de aclarar que no tenía nada con Benjamín.
Y también aclaraba por qué Benjamín tenía esa cara de fastidio cuando platicó con Belinda.
Al final, Petra había aprovechado que Jimena y Benjamín eran compañeros de clases, para colgarse de Benjamín.
Benjamín, por su parte, solo había dejado pasar la situación por el aprecio que le tenía a Jimena, sin querer exhibir las intenciones de Petra.
Berta no pudo evitar reírse bajito ante la explicación tan rebuscada de Catalina.
¿Quién era Benjamín, después de todo?
¿Creía de verdad que por una amistad escolar tan frágil, él iba a tragarse el orgullo y pedirle un favor a Florencia para que prestara un vestido a Petra?
¿Acaso él no podía comprarlo, o acaso no tenía el poder para conseguir ese vestido?
No era de extrañar que la familia Espino no le diera importancia a Catalina.
La verdad, era demasiado ingenua.
Florencia la enredaba con unas cuantas palabras y ya la desorientaba.
Berta no tenía la costumbre de andar corrigiendo a la gente, así que aunque veía perfectamente las intenciones de Florencia, no dijo nada. Solo le sonrió y propuso:
—Vámonos, mejor vamos a sentarnos y a platicar.
Las familias Ponce y Aguirre tenían proyectos en conjunto todavía, y, por los intereses compartidos, esa “amistad” debía mantenerse, aunque fuera solo en apariencia.
Lo demás...
Que fuera puro espectáculo.
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