La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 285

Belinda notó que casi había empujado a Petra fuera del lugar y, hasta ese momento, se dio cuenta de que había usado demasiada fuerza.

Pero enseguida Benjamín rodeó a Petra con el brazo, y Belinda suspiró aliviada en silencio, con una chispa triunfal en los ojos. Le sonrió a Petra, satisfecha.

¿Acaso esto no era una clara muestra de que de un accidente puede salir algo bueno?

Benjamín, con el brazo aún alrededor de Petra, se hizo a un lado para hacerle espacio y le indicó con un gesto que se sentara junto a él.

En medio de todos estos pequeños incidentes, la pregunta de Florencia quedó completamente en el olvido.

Nadie prestó atención a lo que había dicho.

Catalina, al ver la manera en que Benjamín cuidaba de Petra, sintió cómo la envidia le quemaba por dentro.

Quiso acercarse, pero ya no había lugar para ella, así que, molesta, regresó a su asiento mordiéndose el coraje.

Berta observó todo con atención, desde la mirada cortante que Florencia no pudo disimular hasta la incomodidad de Catalina. Esbozó una media sonrisa y, sin darle mayor importancia, sacó otro tema de conversación.

Víctor, siempre caballeroso, inició una plática amena con Berta, y el ambiente pronto se volvió mucho más relajado y animado.

...

La fiesta de compromiso dio inicio. La familia Ruiz envió a alguien al patio trasero para avisarles que era hora de pasar al salón principal.

Catalina se levantó de su asiento y, sin hacerle caso a sus amigas que cuchicheaban a sus espaldas, se dirigió directamente hacia ellos para llamarlos y llevarlos al frente.

Belinda aprovechó ese momento para soltar la mano de Petra y, discretamente, volvió al lado de su hermano, tomándolo del brazo con aire de inocencia.

Víctor no pudo evitar soltar una risa resignada.

Al levantarse, Petra notó por fin que Benjamín estaba sentado sobre la cola de su vestido.

No podría ponerse de pie hasta que él lo hiciera primero.

Pero Benjamín seguía hablando por teléfono, sin la menor intención de moverse.

Petra, viendo la situación, se inclinó un poco y le susurró con cuidado:

—Benjamín, estás sentado sobre mi vestido.