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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 312

Apenas Benjamín apareció cargando a una mujer en brazos en la entrada del hotel, el recepcionista se apresuró a acercarse.

—Sr. Benjamín, buenas noches.

Benjamín avanzó sin siquiera mirar al empleado, con el ceño marcado y una expresión dura.

El recepcionista, nervioso, corrió a presionar el botón del elevador para él.

Cuando llegaron al piso donde Benjamín se hospedaba, el encargado de la planta fue rápido a abrirle la puerta de la suite.

Una vez que Benjamín y Petra entraron a la habitación, el encargado, servicial, cerró la puerta sin hacer ruido.

Benjamín acostó con cuidado a Petra sobre la cama y, sin perder tiempo, sacó el celular y llamó al gerente del hotel.

—Búscame una empleada mujer, pero que tenga gustos normales —ordenó con voz seca.

El gerente se quedó un segundo en blanco, sin entender del todo.

—¿Una empleada con gustos normales?

—Me refiero a una mujer que no le llamen la atención las mujeres —aclaró Benjamín, impaciente.

Al oír el tono cortante, el gerente se apresuró a responder.

—Claro, Sr. Benjamín, enseguida subo con alguien.

—Bien.

Benjamín colgó, lanzó una mirada rápida a la mujer dormida en la cama y, con el rostro endurecido, se metió al baño.

No había pasado mucho cuando el gerente apareció en el piso de Benjamín acompañado de una joven empleada.

La muchacha iba caminando rápido, los ojos brillando de emoción y nerviosismo.

Antes de llegar a la puerta de la suite, el gerente la miró de reojo y le susurró, bajando la voz:

—Si después de hoy logras subir de puesto, no te olvides quién te ayudó, ¿eh?

El significado de que el Sr. Benjamín pidiera a una empleada a estas horas de la noche no le era ajeno al gerente.

La joven asintió con firmeza y contestó en voz baja:

—No se preocupe, gerente, siempre recordaré su apoyo. Si llego a ser la mujer del Sr. Benjamín, se lo voy a agradecer de corazón.

El gerente, satisfecho, sonrió y tocó la puerta. Notó que estaba entreabierta, así que la empujó suavemente.

En todos estos años nunca se le había conocido ningún escándalo a Benjamín, lo que ya era raro.

Ahora todo cuadraba: solo sabía ocultarlo bien.

La joven, que al principio sentía un poco de rechazo por la situación, escuchó el sonido del agua corriendo en el baño. Al pensar en el rostro de Benjamín y en toda su fortuna, el corazón comenzó a acelerársele.

Unos minutos después...

Benjamín salió del baño envuelto en una bata, secándose el cabello con una toalla mientras caminaba hacia el dormitorio.

Al ver a la empleada parada junto a la cama, mirándolo con timidez, la expresión de Benjamín se volvió aún más dura y le habló con voz cortante:

—A ella. Límpiala y cámbiale la ropa.

La joven se quedó helada. Eso no era lo que ella había imaginado.

Desvió la mirada con incomodidad y solo entonces notó el pijama de mujer doblado al lado de la cama.

Así que el Sr. Benjamín la había mandado llamar solo para que atendiera a la mujer que estaba acostada.

Su ilusión se hizo polvo.

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