El rostro de Petra se tiñó de un rojo intenso, y para colmo, Benjamín respondió a su pregunta con la mayor seriedad, como si no hubiera dicho nada fuera de lo común. Sus ojos profundos no mostraban ni una pizca de burla; parecía estar hablando de lo más cotidiano. Eso solo hizo que Petra se sintiera más incómoda, con la cara ardiendo, sin saber cómo reaccionar.
Por dentro, apretó los dientes y se recordó a sí misma que no valía la pena engancharse con él. Discutir con Benjamín solo la iba a dejar más molesta, así que optó por guardar silencio y concentrarse en terminar la avena de su plato.
Benjamín la observó de reojo y soltó con voz calmada:
—No vayas a meterte la cuchara en la nariz.
Petra se quedó muda, apretando los labios.
...
En ese momento, sonó su celular. Era Leo.
Petra lo miró, deslizó para contestar y se llevó el aparato al oído.
—Señorita Calvo.
La voz de Leo salió clara del celular, seria como siempre.
—Ajá —respondió Petra.
Al confirmar que era ella, Leo bajó la voz para reportar:
—El señor Joaquín lleva desde ayer buscándola. Incluso ha venido varias veces a la oficina.
Hizo una breve pausa antes de continuar:
—No sé cómo se enteró hoy de que está usted en San Miguel Antiguo. Ahora anda diciendo que va a ir para allá a buscarla.
Al escuchar eso, Petra se masajeó el entrecejo y suspiró.
—Ya entendí.
No tenía idea por qué Joaquín estaba tan obsesionado, ¡qué tipo tan complicado!
—¿Dijo para qué me está buscando?
Leo contestó con respeto:
—No, no mencionó el motivo.
Petra respiró hondo. Al alzar la vista, vio a Benjamín mirándola fijo, con esos ojos que parecían de hielo. Se mordió el labio y bajó la voz para dar instrucciones.
—Detenlo como puedas. No dejes que venga a San Miguel Antiguo.
Desde hacía tiempo, Petra y su hermana se habían esforzado en hacer creer a los de afuera que ella tenía algún tipo de relación con Benjamín, solo para aprovechar su influencia. Si Joaquín llegaba a San Miguel Antiguo y se enteraba de la verdad, solo iba a complicar los planes de su hermana.
Y, de paso, podía arruinar la reputación de Benjamín. Ya se imaginaba a los envidiosos inventando chismes a sus espaldas.
—Si llega ese día, yo asumiré toda la responsabilidad. No dejaré que usted salga perjudicado.
Benjamín dejó la taza de leche sobre la mesa. Su voz se volvió aún más dura:
—¿Y cómo piensas asumir esa responsabilidad?
Petra tragó saliva.
—Me haré cargo de todo. No permitiré que lo salpiquen a usted ni un poco.
Benjamín soltó una risa sarcástica y la fulminó con la mirada, como si sus palabras hubieran encendido una chispa de ira dentro de él.
Petra esquivó su mirada, bajó la cabeza y fingió que nada pasaba, siguiendo con el desayuno como si nada.
Benjamín, con el ceño fruncido, no dejó de observarla.
—Vaya, señorita Petra, qué responsable es usted.
Petra le sonrió de manera incómoda.
—Ni modo, así debe ser.
Después de todo, era ella y su hermana quienes estaban usando la influencia de Benjamín. Ya de por sí se había beneficiado bastante.

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Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Traición en Vísperas de la Boda
Me gustaría saber cuántos capítulos faltan y cuando los publicará...