Petra giró la cabeza al escuchar pasos acercándose. Vio a Benjamín regresar de la sala de reuniones hacia la oficina.
La mirada de Benjamín se posó en Petra, y con voz seria, soltó:
—Ven acá.
Petra se levantó de inmediato de su asiento y caminó hacia él.
Valentina, al verla ponerse de pie, le lanzó una mirada cargada de envidia.
Benjamín entró a la oficina, y Petra lo siguió en silencio.
Al cerrar la puerta, Benjamín, que iba adelante, le preguntó con voz baja:
—¿Te encontraste con Rebeca cuando fuiste por mi equipaje?
Petra contestó con sinceridad:
—Sí, así fue.
Benjamín se dejó caer en el sillón de su escritorio; al verla tan tranquila, le preguntó en tono neutral:
—¿Qué te dijo?
Petra mantuvo la calma al responder:
—La señorita Rebeca no me dijo nada.
Benjamín la miró fijamente, como si quisiera atravesarla con la mirada y descubrir la verdad.
—¿Crees que no conozco a Rebeca?
Recordó que cuando Petra insistió en romper el compromiso, Rebeca se puso furiosa y quiso buscarla para exigirle una explicación. Si él no la hubiera detenido, seguro ya habría ido hasta Santa Lucía de los Altos a armarle un escándalo.
Si Rebeca veía a Petra en su casa, era imposible que no le dijera nada.
Petra negó suavemente.
—De verdad, no me dijo nada.
Al ver que no conseguiría nada de ella, Benjamín sólo lanzó una advertencia con voz seria:
—No importa lo que Rebeca te haya dicho, eso sólo representa lo que ella piensa.
—Ella no entiende lo que hay entre nosotros.
Petra asintió.
—Lo entiendo.
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