Benjamín bajó la mirada, contemplando la expresión serena de Petra, y con voz tranquila soltó:
—¿Acaso hace falta una razón para que algo te guste o te deje de gustar?
Petra se quedó en silencio unos segundos, sorprendida por la pregunta. Al entender lo que Benjamín quería decir, asintió despacio y respondió en voz baja:
—No, no hace falta ninguna razón.
Benjamín la miró fijamente, sus ojos brillaban de intensidad, pero su voz seguía igual de calmada:
—Eso es, no hace falta ninguna razón.
No hacía falta justificarlo con nada.
Antes, Petra también había usado esa frase para callarlo.
¿Acaso necesitaba razones para no gustarle él?
No, no las necesitaba.
Benjamín retiró la mano, se acercó a su silla de oficina y se sentó, manteniendo ese tono pausado:
—Mañana vas a venir conmigo a la mansión Hurtado a comer. Así que prepárate mentalmente.
Petra, que tenía las manos a los lados, no pudo evitar apretarlas un poco. Levantó la mirada y preguntó con voz queda:
—¿Es necesario ir?
—Sí, tienes que ir —afirmó Benjamín, sin darle opción.
Mientras hablaba, levantó la cabeza para mirarla de frente y soltó otra pregunta:
—¿No que no te asusta mi abuelo?
Petra se mordió el labio y respondió en voz baja:
—Está bien, me prepararé para eso.
Después de todo, ella y Benjamín ya estaban casados. Tarde o temprano, tendría que enfrentar a esa familia.
Benjamín la observó unos segundos y, tomando unos documentos del escritorio, preguntó con tono suave:
—¿Necesitas que te cuente cómo es mi familia?
Petra negó suavemente con la cabeza.
—No hace falta, lo sé.
Benjamín asintió apenas.
—Tu abuelo te enseñó muchas cosas, seguro puedes manejar cualquier situación con los míos.
Petra volvió a asentir:
Cuando se estaba dando la vuelta para salir, notó de reojo que el celular de Benjamín se había encendido sobre el escritorio.
Como hacía un rato habían estado en junta, Benjamín había puesto el celular en silencio.
Antes de irse, Petra le avisó:
—Señor Benjamín, su celular está sonando.
Benjamín asintió, tomó el celular y, al ver que era Florencia quien llamaba, frunció el ceño antes de responder:
—¿Qué pasa?
Su tono era seco, sin rastro de emoción.
Petra le echó un vistazo antes de salir y, al verlo así, se sintió tranquila. Después de todo, Benjamín no sentía nada especial por Florencia; todo había sido una confusión suya.
Apenas Petra se sentó en su lugar de trabajo, pasaron un par de minutos cuando las puertas del elevador se abrieron.
Por puro reflejo, Petra volteó y vio a Florencia salir del elevador, con una sonrisa en los labios.
Florencia fue la primera en mirarla. Sus miradas se cruzaron en el aire y Petra, después de unos segundos, apartó la vista con calma.
Florencia, en cambio, se dirigió directo a la oficina de Benjamín. Caminaba erguida, con pasos ligeros y hasta un poco felices, como si disfrutara el momento; su actitud tenía un toque de desafío imposible de ignorar.
Benjamín, sentado en su silla, alzó la mirada al ver la puerta abrirse y a Florencia entrar. Su expresión seguía igual de distante.

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Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Traición en Vísperas de la Boda
Me gustaría saber cuántos capítulos faltan y cuando los publicará...