Su aspecto conmovió hasta a la mismísima Rebeca, cuyo corazón era de piedra.
—De ahora en adelante, ten mucho cuidado en la casa de los Hurtado. Esa tía mía, que ha logrado mantenerse firme sin haber tenido un solo hijo, no es ninguna tonta.
Petra, con la vista fija en la ventana, asintió levemente.
—Entendido.
Rebeca, al escuchar su respuesta, encendió el carro y se dirigió al hospital.
...
Cuando llegaron al hospital, Josefina ya había pasado por todos los exámenes y estaba recostada en la cama, comiendo una manzana que Frida le había pelado.
Tenía la pierna enyesada y estaba contándole a Benjamín anécdotas divertidas de sus estudios en el extranjero, la mayoría chistes relacionados con la carrera de finanzas.
A veces, se detenía a mitad de una frase, aguantaba el dolor y luego seguía hablando con él.
—Si no te sientes bien, descansa un rato.
Benjamín notó que, tras cada pausa, su rostro palidecía, así que le sugirió que descansara.
Josefina forzó una sonrisa valiente y negó con la cabeza.
—No quiero descansar. Siento que si cierro los ojos, el dolor se extiende por todo mi cuerpo.
»Hermano, quédate hablando conmigo, así me duele menos. Cuéntame, ¿cómo fue que te casaste con la señorita Petra?
»¿Hubo alguna historia de amor romántica que te hizo casarte con ella a pesar de la oposición de todos?
Al escuchar la pregunta de Josefina, Petra se detuvo en seco.
Rebeca, al verla detenerse, tampoco entró. Se quedó a su lado, observando en silencio el cambio en su expresión.
Pasó un largo rato sin que Benjamín respondiera a la pregunta de Josefina.
Cuando todos pensaban que la pregunta quedaría sin respuesta, Benjamín finalmente habló con voz neutra:



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Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Traición en Vísperas de la Boda
Me gustaría saber cuántos capítulos faltan y cuando los publicará...