Petra, satisfecha con sus respuestas, regresó a la suite.
Cerró la puerta y entró en la recámara.
Benjamín estaba acostado en la cama, con el torso desnudo. Al verla entrar, la miró con resentimiento.
—¿Por qué no me dijiste que iba a entrar gente?
Entre el personal que Grupo Calvo había enviado para negociar, también había mujeres.
Cuando Benjamín salió, ellas fueron las primeras en clavarle la mirada, lo que lo hizo sentir extrañamente como si lo hubieran desnudado con los ojos, dejándolo profundamente molesto.
Los empleados de Grupo Calvo eran tan atrevidos como Jimena.
Al oírlo, Petra se acercó, se sentó en el borde de la cama y, de repente, con ganas de jugar, le levantó la barbilla.
—A ver, ¿quién te manda a salir envuelto en una toalla? ¿A quién querías provocar?
Benjamín le agarró la muñeca y, con un ligero tirón, la atrajo hacia él.
—¿A quién crees que quiero provocar?
—¡Pues a ti!
Dicho esto, Benjamín se inclinó y la besó.
Últimamente habían estado distanciados. Cuando Benjamín llegaba a casa, Petra ya estaba dormida.
Hacía mucho tiempo que no tenían intimidad.
En ese momento, el ambiente y la tensión eran perfectos.
Petra, en un breve respiro, logró decir:
—Apaga la luz.
Benjamín, respetándola, liberó una mano y le ordenó al asistente inteligente que apagara las luces.
Justo cuando iban a continuar, Petra murmuró de nuevo:
—Todavía no me baño.
—…
—Luego nos bañamos juntos.
Dicho esto, selló sus labios, temiendo que Petra dijera algo más que arruinara el momento.
Petra le puso una mano en el pecho.
—Pero después de estar todo el día en el avión, no me siento cómoda si no me baño, y la experiencia no va a ser la misma.


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