Josefina levantó la cabeza para mirar a Anaís con una pizca de confusión en los ojos, pero aun así la siguió dócilmente a la oficina.
En apenas unos minutos, Josefina salió de la oficina de Anaís.
Al salir, comenzó a recoger sus cosas en silencio.
Patricia, que estaba sentada a un lado, se quedó atónita al ver a Josefina empacar. Se acercó rápidamente a ella y le preguntó con preocupación:
—Josefina, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás recogiendo tus cosas?
Josefina apretó los labios y, bajando la voz, le dijo a Patricia en un susurro:
—Me transfirieron a otro lugar.
Al oír esto, los ojos de Patricia se llenaron de sorpresa.
«¿Por qué?». El respaldo que tanto había esperado por fin había llegado a su lado, y ahora, a los pocos días, ¿se lo llevaban?
¿Acaso todo lo que había hecho para ofender a Petra por Josefina significaba que ahora quedaría a merced de Petra y Baltasar Sandoval?
Patricia de verdad no quería que Josefina se fuera, y su mirada reflejaba una profunda reticencia.
—Llevas aquí apenas unos días, ni siquiera has entendido bien el alcance de los negocios del Grupo Hurtado, ¿cómo es que ya te van a transferir?
Patricia se mordió el labio con fuerza, con una expresión llena de preocupación.
Después de un buen rato, preguntó:
—¿A qué departamento vas?
—Voy a checar si puedo solicitar ir al mismo departamento que tú.
Josefina ralentizó el ritmo con el que empacaba y dijo en voz baja:
—Me transfirieron a una sucursal para encargarme de un proyecto. Patricia, te costó mucho trabajo llegar a la Oficina de Presidencia, no vale la pena que te vayas conmigo.
Josefina no quería que Patricia la acompañara.
Con Patricia en la Oficina de Presidencia, al menos podría vigilar cada movimiento de Petra por ella.

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