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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 83

El ambiente se volvió tenso de repente, como si todos alrededor se hubieran quedado en silencio solo para observarlas.

Petra sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

¿De verdad la vida podía ser tan irónica?

Se cruzó la mirada con Fabiola y ambas, casi al mismo tiempo, giraron la cabeza hacia atrás. Ahí estaba Benjamín, enfundado en un traje a la medida que gritaba exclusividad, parado justo detrás de ellas como si nada, completamente fuera de lugar en ese entorno tan sencillo.

—Qué coincidencia, Sr. Benjamín —se adelantó Fabiola, forzando una sonrisa y saludándolo.

Benjamín se quedó viendo a Petra, quien no pudo ocultar cierta incomodidad, y le soltó con voz tranquila:

—Vaya que es coincidencia.

—Justo venía pasando y escuché a alguien hablando mal de mí.

Petra deseó que la tierra se la tragara en ese instante.

Fabiola, igual de avergonzada, intentó salvar la situación con una risa nerviosa.

—Sr. Benjamín, creo que usted escuchó mal. La señorita Calvo en realidad estaba halagándolo... solo que de una manera algo peculiar.

Benjamín alzó una ceja, con ese aire de superioridad que parecía parte de su ADN.

—Entonces, supongo que debo agradecerle a la señorita Calvo por sus halagos.

Petra desvió la mirada, evitando el contacto con esos ojos profundos de Benjamín. Su sonrisa se notaba forzada.

—No es para tanto, no se preocupe.

En ese momento, Héctor apareció. Había estado estacionando el carro y alcanzó a oír parte de la conversación.

Sin dudarlo, se acomodó justo frente a Petra y Fabiola.

—Bueno, entonces yo sí me aprovecho y me siento aquí.

La mesa volvió a quedarse en silencio.

Al notar que Benjamín seguía de pie, Héctor jaló la silla a su lado y lo invitó a sentarse.

—¡Órale, primo! Siéntate de una vez, que ya me estoy muriendo de hambre.

Benjamín, sin cambiar la expresión, se sentó al lado de Héctor.

Tomó otro pincho y se lo llevó a la boca.

Solo entonces Benjamín tomó el que Petra le ofrecía y, sin apuro, empezó a probarlo.

La velocidad con la que comía ni de lejos se comparaba a la de Héctor, que ya llevaba cinco pinchos cuando Benjamín apenas iba por el primero.

Fabiola pidió una ronda de cervezas y encargó más pinchos. El ambiente se relajó un poco, aunque Petra seguía callada, sumida en sus pensamientos mientras bebía y comía despacio, apenas respondiendo a las preguntas de Héctor.

Héctor notó que Petra no tenía ganas de platicar, así que optó por conversar con Fabiola.

Fabiola, por su parte, no se atrevía a ser tan relajada como Petra. Después de todo, tenía claro que Héctor era alguien cercano a Benjamín y, además, familia. Así que cada tema que Héctor sacaba, ella lo respondía con una seriedad casi profesional.

Mientras Petra vaciaba otro vaso de cerveza, Benjamín, desde enfrente, habló con voz profunda:

—Hoy me llamaron del taller. Dijeron que el seguro de la señorita Petra no cubre todos los costos de la reparación del carro. El resto tendremos que arreglarlo por nuestra cuenta.

Petra dejó el vaso a medio camino, atónita.

—¡Pero mi seguro cubre hasta dos millones de pesos!

¿Qué clase de carro choca uno para que la reparación salga en dos millones... y ni así alcance para cubrirlo todo?

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