En un instante, Petra dejó de sentirse mal por esas pequeñeces sentimentales.
Benjamín envió un mensaje:
[Tu aseguradora debería contactarte mañana.]
Petra puso cara de dolor, como si acabara de perder todo su dinero.
—¡Solo fue un pequeño choque por detrás! ¡No es para tanto! —se quejó.
Héctor se acercó, dispuesto a aclarar sus dudas.
—¿Nunca ha escuchado sobre lo caro que es reparar un Rolls Royce, señorita Petra?
Ella negó con la cabeza.
Siempre había pensado que un carro solo servía para moverse de un lado a otro, nunca se preocupó por aprender sobre ellos.
—¿Y eso de caro qué significa? —preguntó, confundida.
Héctor se quedó pensativo unos segundos y luego le soltó:
—Digamos que es como si tuvieras un corazón de ciento cincuenta mil pesos, un riñón de setenta y cinco mil y médula ósea de doscientos mil, pero solo ganas unos cuantos miles al mes. Así de absurdo.
Petra captó la idea de inmediato, y hasta sintió cómo la incomodidad se le notaba en la cara.
Recordó que el día del accidente, había destrozado por completo la defensa trasera del carro de Benjamín.
Aunque tenía algo de dinero ahorrado, ese dinero era el capital que pensaba usar para reiniciar su empresa en San Miguel Antiguo.
La situación del Grupo Calvo se complicaba cada día más y ese monto claramente no era suficiente.
Aun así, el choque había sido su culpa.
Petra forzó una sonrisa resignada.
—No se preocupe, Sr. Benjamín. Ya que se hizo el reporte del seguro, si sale algún gasto extra, yo me encargo. No voy a hacerme la loca, se lo pago seguro.
Benjamín asintió.
—Perfecto.
Al escuchar esa noticia, Petra perdió el apetito. Solo comió unas cuantas cosas y ya no quiso más alcohol.
Fabiola, por su parte, recibió una llamada urgente y tuvo que regresar a la oficina.
...
Mientras Petra esperaba al conductor designado en la banqueta, Héctor detuvo el carro justo frente a ella.
La ventanilla trasera bajó y apareció el atractivo rostro de Benjamín.
Sus ojos, oscuros, la miraron con intensidad mientras le hablaba con voz profunda.
—Súbete.
Petra agitó la mano, negándose.
—No hace falta, ya pedí un conductor.
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