Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Petra, quien dijo con calma.
—Señor, lo siento, pero no estoy de acuerdo.
—Me opongo a todas las reformas propuestas el día de hoy. La sucursal del Estado de Chavín, hasta donde sé, todavía depende de la sede central del Grupo Hurtado. Según el reglamento, si un accionista se opone durante una junta, estas decisiones deben ser enviadas a la sede para su revisión, y se debe convocar a una nueva junta, ¿no es así?
El rostro de Paulo se veía horrible.
Petra había llegado preparada, habiendo estudiado a fondo las reglas que la sede del Grupo Hurtado imponía a sus sucursales.
Rafael, al ver a Petra obstaculizando una y otra vez, empezaba a perder la paciencia.
Por suerte, una mirada de Paulo lo detuvo antes de que hiciera algo.
Finalmente, Paulo se levantó de su asiento y dijo con frialdad.
—Ya que insistes en causar problemas, enviaremos la propuesta de reforma a la sede para que la aprueben directamente.
—Petra, cuando tengamos el resultado en tres días, más te vale que no vengas a hacer un berrinche.
Petra miró a Paulo con total serenidad.
—Señor, yo no soy esa clase de persona.
Paulo resopló.
—Eso está por verse.
Dicho esto, Paulo salió de la sala de juntas.
Rafael, al verlo, lo siguió de inmediato.
—Papá, ¿por qué hacerle caso? Si está claro que…
Rafael se detuvo a media frase.
Petra soltó un suspiro de alivio. Al menos había cumplido su misión de detener la junta.
Una vez que Paulo y Rafael se fueron, los altos directivos de la sucursal se acercaron a preguntar a Petra.
—Señorita Petra, ¿cómo se encuentra el señor Benjamín?
—Estamos muy preocupados por él.
Todos ellos eran personas a las que Benjamín había apoyado para llegar a donde estaban.
Pero ahora, en sus puestos, si no obedecían las órdenes de la sede, lo único que les esperaba era el despido.


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Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Traición en Vísperas de la Boda
Me gustaría saber cuántos capítulos faltan y cuando los publicará...