Esa tarde, Abril notó que sus empleados la miraban de forma extraña cuando se encontraba haciendo rondas en la oficina.
—¡Señorita Pedrosa! El señor Fariña es tan amable con usted que todos estamos muertos de envidia —bromeó una de las empleadas más cercana a ella.
Al oír eso, Abril se quedó atónita sin poder evitarlo.
—¿De verdad? ¿Cómo sabes eso? —preguntó a la ligera mientras forzaba una sonrisa despreocupada.
—Todo el mundo sabe que el señor Fariña cuidó de usted en el hospital durante toda la noche. —La sonrisa de la empleada se hizo más congraciada—. Sin embargo, hoy vino a trabajar a horario. En verdad es nuestro modelo a seguir.
—¿De qué estás hablando? —Abril se puso tensa.
«¿Luciano me cuidó en el hospital toda la noche? Estuve en perfectas condiciones estos días, así que no he ido al hospital».
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